“Fuimos una fuerza que la gente no podía ignorar”

El Festival In-Edit trae un documental de las británicas The Slits, un cuarteto de mujeres que subvirtió los estereotipos de género en plena explosión del punk. “Rompimos con los roles que se le daban a la mujer”, postula Palmolive, su primera baterista. Guillermo Tupper.

(Artículo publicado en el Cuerpo Vidactual de El Mercurio. Abril del 2019)

Cuando vivía en Málaga, Paloma Romero —hoy McLardy— era una niña atípica en su entorno. Su infancia transcurrió en un colegio de las Teresianas, donde solía levantar su voz para rebelarse ante “muchas cosas que no se cuestionaban”. Como integrante de una familia numerosa, sentía la inequidad en su hogar cada vez que tenía que hacer los trabajos domésticos o prepararles sánguches a sus hermanos varones. “La España en la que yo me crié estaba bajo la dictadura de Franco, entonces estábamos muy politizados y los roles que teníamos como mujeres a mí no me gustaban”, cuenta. “Yo no tenía el ejemplo de una mujer que fuera más independiente. Pero era muy práctica en el sentido de decir ‘esto lo pienso y lo quiero hacer’”.

En 1972, y con apenas 17 años, McLardy tomó una de las decisiones más importantes de su vida: decidida a independizarse de sus padres, y vivir en “una sociedad más libre”, se trasladó a Londres, donde se estableció con un grupo de hippies en una casa ocupada. Ahí fue testigo del estallido del punk, una de las revoluciones culturales más importantes del siglo XX. “Un poco antes de eso, yo me había cansado un poco de la cosa hippie”, recuerda. “Lo que me gustó del punk fue la cosa del ‘hazlo tú mismo’ y poder mostrar que la libertad no era solamente ‘paz y amor’, sino decir ‘estoy enojada’, expresar cosas negativas y romper moldes. Todo eso me iba muy bien (sonríe)”.

Luego de una efímera experiencia con Sid Vicious en el grupo The Flowers of Romance, McLardy fue a un concierto de Patti Smith y, en medio del público, divisó a una adolescente que hacía un berrinche. Su nombre era Ariane Forster —más conocida como Ari Up— y pensó que sería una buena vocalista para su nueva banda. Aquel encuentro fue la génesis de The Slits, un cuarteto post-punk formado solo por mujeres y en el que McLardy las ofició de baterista bajo el álter ego de Palmolive. Con su sonido frenético —fueron de las primeras en hacer el cruce entre el punk y la música jamaiquina— e impredecibles performances, el grupo irrumpió como una bala de energía incontenible, marcado por una estética que estremecía y aterrorizaba por partes iguales y canciones que podían hablar de robos a supermercados (“Shoplifting”), la frustración por los asfixiantes estereotipos de feminidad (“Typical Girls”) o los novios decepcionantes (“Ping Pong Affair”).

A pesar de su breve trayecto —solo editaron dos discos de estudio antes de su separación— y que nunca abrazaron el éxito comercial, The Slits derribaron los cánones tradicionales de las artistas femeninas y pavimentaron el camino para varias camadas de mujeres rockeras. En las décadas posteriores, desde referentes como Kurt Cobain hasta todo el movimiento feminista de las riot grrrls en los 90 acusaron su influencia. “Fue como un chispazo”, dice McLardy, quien escribió canciones emblemáticas del grupo como “Newtown”, “FM” y la ya mencionada “Shoplifting”. “Nosotras no éramos invisibles, sino una fuerza que la gente no podía ignorar. Dentro del punk, yo lo llamo una revolución dentro de la revolución. En la escena también había mucho sexismo y nosotras rompimos con eso. Hoy tú vas a la calle en cualquier ciudad y ves que la gente se viste como quiere. Eso no se veía en absoluto en aquella época”, afirma.

—Usted tocó en las sesiones de John Peel, pero abandonó el grupo justo antes de “Cut”, el disco debut. ¿Por qué?

“Una cosa muy importante para mí era que trabajábamos de manera colaborativa y hacíamos las canciones juntas. Después, la dinámica del grupo se deterioró. El sello Island quería que trabajáramos con Malcolm McLaren —mánager de los Sex Pistols— y yo no quería perder esa libertad. Las otras chicas sí querían ir con él y, en una reunión, Malcolm dijo: ‘Odio a las mujeres, odio la música y yo florezco en el odio’. Lo siguiente fue la portada (del disco ‘Cut’) en la que íbamos a aparecer cubiertas de barro y yo no quería ser representada como una chica pin-up. La cosa explotó y fui despedida de la banda. En perspectiva, es algo que tenía que ocurrir. Con una mayor madurez, habríamos dicho: ‘Queremos ir en direcciones muy distintas, ¿cómo lo hacemos?’. Pero éramos jóvenes y egoístas. Ese fue mi final, aunque hoy tengo una muy buena relación con Tessa (Pollitt, bajista), también vi a Viv (Albertine, guitarrista), y no guardo malos sentimientos”.


Del punk a la religión

En 2017 el legado de The Slits volvió a ser noticia con “Here To Be Heard: The Story of The Slits”, un documental que recorre la historia de la banda desde sus inicios —cuando Ari Up solo tenía 14 años— hasta su gira de reunión, poco antes de que la cantante muriera de cáncer a los 48 años. Este filme será una de las atracciones de la 15ª versión del Festival In-Edit, que entre el 25 y 30 de abril congregará una selección de 38 documentales musicales en 5 salas de Santiago. “En algunas personas (generábamos) rabia reprimida y otras no la suprimían”, dice McLardy. “Una vez recibí un puñetazo en la cara de un tipo que estaba harto de escucharnos ensayar y, en otra ocasión, a Ari la acuchillaron. No lo digo como excusa para que alguien fuera violento, pero no es que nosotras fuéramos pasivas: lo nuestro era instigar, pero jugando”.

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Cuando vivía en la comunidad hippie, McLardy conoció a “Woody”, cuyo verdadero nombre era John Mellor, y que después resultaría ser Joe Strummer, cantante y guitarrista de The Clash. Ambos iniciaron un largo noviazgo en el que ella lo influenció con sus ideas políticas y de justicia social. Más tarde, Strummer profundizó su vínculo con España en canciones como “Spanish Bombs” y sus viajes a Andalucía. “Yo venía con un bagaje de Juan Manuel Serrat, Paco Ibáñez y la poesía de Antonio Machado, y él no estaba politizado en aquella época. Joe me transmitió que la revolución estaba en el corazón y en nosotros mismos, así que ambos nos influenciamos”, relata. “Nos enamoramos mucho y vivimos juntos por dos años y medio hasta que empezó el punk. Cuando él vio a los Sex Pistols, le pareció maravilloso: era la oportunidad de comercializar lo que él hacía, porque su anterior banda, The 101’ers, no estaba dando los resultados que él quería”.

Tras su salida de The Slits, McLardy emigró a The Raincoats, otro influyente grupo post-punk formado por mujeres. Luego de grabar en su disco debut y girar con ellas, abandonó los escenarios e inició un largo camino espiritual que incluyó estadías en India y España. Hoy vive en Estados Unidos, labora como profesora de español y este año quiere escribir su libro de memorias. “El negocio de la música me decepcionó y quería buscar otra cosa”, admite. “Tuve a mis dos primeros hijos y, en esa época, alguien me habló de Jesús y del evangelio. Sentí que ahí estaba la estructura. Tuve un recorrido largo en una iglesia evangélica muy legalista, pero me di cuenta de que era muy coercitiva y dominante, y me salí. Yo tengo mis creencias personales: por ejemplo, toda la situación con Trump. Los evangélicos están detrás de él y a mí eso me horroriza y me da asco”.

—A pesar de que nunca adhirieron al movimiento, The Slits son una referencia para el feminismo. ¿Se siente interpretada con las actuales demandas?

“En esencia, sí éramos (feministas). Nosotras estábamos en contra de que alguien nos pusiera una etiqueta y tener que hacer la pauta de un grupo en particular. En ese sentido, decíamos que no. Pero, en otro, por supuesto que lo éramos: estábamos rompiendo los roles que se le daban a la mujer. Me siento interpretada con muchas de las demandas actuales: es ridículo que, en esta época, en Estados Unidos las mujeres ganen menos por el mismo trabajo. Con lo único que no me identifico es con el aborto. Y no lo condeno: yo he tenido dos abortos, entiendo por qué una persona lo puede llegar a hacer y muchas veces es por ignorancia. Pero, después de haber tenido a mis niños, pienso que es una vida. La mujer tiene derecho sobre su cuerpo, pero el bebé también lo tiene”.

“Sid Vicious se quiso acostar conmigo y le dije que no”

A pesar de que no alcanzó a grabar en los discos de estudio, Palmolive dejó su impronta en las sesiones que The Slits grabaron para el disc jockey John Peel. En el documental, su compañera Viv Albertine elogia su estilo único para tocar la batería. “Un día vi una de segunda mano que costaba 60 libras, llamé a mi padre y le dije: ‘¿Me puedes mandar un poco de dinero? Quiero comprarme una batería’. Y él me respondió: ‘¿Una batería de cocina?’. Yo le dije: ‘¡No, una batería para tocar!’. Eso te muestra el contexto”, cuenta, entre risas. “Fui a comprarla con Joe (Strummer) y la pintamos toda negra. ¿Mi estilo? Fue muy autodidacta, como una niña a la que le dan pinturas y pone los colores como le gustan”.

Previo a The Slits, Palmolive y Albertine tuvieron un paso por la efímera banda The Flowers of Romance, en la que compartieron con Sid Vicious, el malogrado segundo bajista de los Sex Pistols. “¿Por qué ese proyecto no prosperó? Voy a contarlo corto: estábamos ensayando en mi casa y, después de la práctica, Sid se quería acostar conmigo y yo le dije que no. Al siguiente ensayo, fui despedida del grupo”, revela. “En la casa, Sid me dijo: ‘Odio a los negros’. Y yo le respondí: ‘Odio a la gente que odia a los negros’. Mucha gente de la escena decía cosas como esa a la prensa para antagonizar y parecer ‘cool’. Era una situación muy triste. Estoy contenta de no haberme ido con él, podría estar muerta”.

—En sus tiempos con los 101’ers, ¿recuerda al chileno Álvaro Peña?

“Sí, claro. Lo conocí al principio, no se quedó mucho tiempo. De hecho, uno de los primeros conciertos de los 101’ers creo que lo organizó él. Era buena gente”.

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