El psiquiatra Ricardo Capponi analiza la ola de acusaciones de abuso sexual en Hollywood, el fenómeno #MeToo y la influencia del dinero y el poder en este tipo de agresiones. «Estamos en una sociedad muy cobarde», dice.
(Artículo publicado en el Cuerpo Vidactual de El Mercurio. Noviembre del 2017)
El domingo 15 de octubre, la actriz Alyssa Milano hizo un experimento en redes sociales. Basada en la sugerencia de un amigo, y para conocer la magnitud global del problema, la neoyorquina escribió en su cuenta de Twitter: «Si has sido acosada sexualmente o agredida, escribe ‘yo también’ como respuesta a este tuit». En menos de 24 horas, más de 53 mil personas dejaron sus mensajes con el hashtag #Me- Too y, en los días posteriores, miles de mujeres compartieron sus historias en distintas plataformas, incluidas figuras del espectáculo como Jennifer Lawrence y Reese Witherspoon.
Lejos de ser otro viral pasajero, #MeToo tuvo el poder de abordar una problemática que muchas mujeres habían silenciado por años y convertirla en un movimiento masivo. Para Ricardo Capponi -psiquiatra, psicoanalista y director del Centro de Educación en la Afectividad y el Impulso (www.cesi.cl)-, esto permite hacer una fenomenología, o descripción de las situaciones, que es muy valiosa. «Nos permite tomar conciencia de la intensidad y frecuencia de cómo se da el fenómeno», dice. «Es interesante que, a través de los medios de comunicación con que hoy día contamos, tengamos la posibilidad de poner sobre la mesa temas que estaban totalmente escondidos por los sistemas de poder machistas».
El fenómeno #MeToo tomó fuerza a partir del caso del productor Harvey Weinstein, uno de los hombres fuertes de Hollywood, quien, el mes pasado, fue acusado por numerosas actrices de acoso sexual e, incluso, violación. Según Capponi, esta tendencia responde a que estamos en una «sociedad de transición» en el tema de los impulsos en el ser humano. «Pasamos de una cultura machista hacia una cultura de relaciones más simétricas. La primera tenía una concepción de la relación del hombre y la mujer un tanto abusiva, porque él tenía muchos más derechos sobre la mujer. Se educaba al hombre en una sexualidad disociada del afecto, de tal manera que eso promovía este uso de la mujer como un objeto al servicio de la descarga sexual. El que hoy día se den estos fenómenos tiene que ver con que hemos tomado conciencia de la importancia de las relaciones simétricas, por sobre las relaciones de dominio y sumisión».
-En el caso de Weinstein, su historial de abusos era un secreto a voces hace años en Hollywood. ¿Por qué tarda tanto en salir a la luz?
«El factor principal, aquí, es un tema de poder. El riesgo que significa denunciar a gente poderosa es muy evidente. Estamos en una sociedad, además, muy cobarde. Uno de los elementos de la sociedad del siglo XX es la búsqueda del confort, del bienestar y se ha perdido ese elemento que teníamos en las sociedades anteriores que era la importancia de la gallardía, la valentía y el heroísmo. Por lo tanto, hoy día las denuncias se hacen más bien por rebalse, porque la situación ya no dio para más. No tenemos esa ética primordial en la antigüedad de aquel que denunciaba la injusticia y era sumamente gratificado. Hoy día, más bien, la gente dice: ‘¿para qué me voy a meter en este forro? No gano aprobación social’. Se presta mucho para que este tipo de fenómenos se mantenga oculto durante mucho tiempo y desborde de repente. Pero es por rebalse, no por una actitud tan valiente».
La mente de un acosador
El escándalo de Weistein destapó una oleada de denuncias contra otros poderosos de Hollywood. Esta semana fue el turno de los actores Kevin Spacey y Dustin Hoffman, quienes fueron acusados de conductas sexuales inapropiadas. «Hay personalidades que son mucho más proclives a esta forma de enfrentar la sexualidad centrada en el dominio, en el otro como un objeto, en la sumisión y en el placer exclusivamente sensorial y sin incorporar afecto», dice Capponi. «Estas son las personalidades narcisistas, en las que el sujeto tiende a realizar estas maneras del erotismo. Pero hay otro elemento importante que tiene que ver con la situación personal, donde el poder y el dinero son elementos que facilitan esta sexualidad con características narcisistas».
-¿Qué ocurre en esos casos?
«Estos sujetos (como Weinstein) son todos poderosos, ya sea por su situación económica o social. Se produce ahí una potenciación de esta tendencia cultural y educativa. La situación se hace facilitadora de que emerjan estos instintos primitivos que todos los seres humanos tenemos y que, como tengo poder y dinero, me siento con más derecho a ejercerlos. Cuando no hay poder ni dinero, uno se siente más constreñido a tener que hacer los caminos para la consecución del fin. Eso significa usar elementos de seducción, hay más trabajo emocional y, por lo tanto, eso genera una relación distinta. Acá no: como hay poder y dinero, lo compro y obtengo fácilmente».
-¿Por qué hay mujeres que se culpabilizan ante estos abusos?
«En general, la tendencia de l a mujer es que tiene que estar al servicio de satisfacer las necesidades del hombre. Esto está en la educación de la sociedad patriarcal machista: la madre le da señales a la hija de que tiene que acostumbrarse a tolerar y soportar las demandas del hombre porque lo peor que le puede pasar a la mujer es ser abandonada. Eso hoy día ya no tiene ninguna importancia, porque la mujer se las arregla sola, pero tenemos que tener presente que esta cultura ha tenido un peso de miles de años y estamos recién saliendo de ella. Son muchas las mujeres educadas en la concepción de que tienen que estar al servicio del hombre. Por lo tanto, aunque se den cuenta de que esto, en la realidad, no debería ser así, se les activa un sentimiento de culpa. Para qué decir si la denuncia de esto va a significar perder posibilidades y un abandono por parte del acceso a los privilegios que da el hombre. Esto es lo que estamos rompiendo ahora».