Un estudio determinó que un animal salvaje retratado en una remota cueva de Indonesia es la pintura figurativa más antigua conocida hasta hoy. El hallazgo desafía una vez más la teoría de que Europa fue el centro global del desarrollo del arte rupestre. ¿Quiénes eran estos enigmáticos pintores del Paleolítico? Los expertos responden. Guillermo Tupper.
(Artículo publicado en el Cuerpo Vidactual de El Mercurio. Enero del 2019)
En 1995, Pindi Setiawan trabajaba como investigador de arte rupestre en Indonesia cuando recibió un llamado que lo tomó por sorpresa. Desde el otro lado de la línea, dos exploradores franceses -el cineasta Luc-Henri Fage y el arqueólogo Jean-Michel Chazine– le pidieron que viajara a la isla del Borneo, en el sureste de Asia. Pocos meses antes, ambos habían descubierto impresiones de mano y la pintura de un lagarto en las paredes de una caverna llamada Murdua. «Después de que visité y observé la cueva, me convencí de que esto era algo especial como arte rupestre», dice.
Entre 1995 y 2004, Setiawan unió fuerzas con Fage y Chazine para hacer un largo catastro del distrito de Sangkulirang, la última región del Borneo que no había sido cartografiada. En una década, el trío recorrió casi 100 mil hectáreas , incluyendo «seis montañas gigantes» de relieve kárstico; es decir, originado por la meteorización química de rocas como la caliza o el yeso. En ese período, descubrieron otros 24 sitios ornamentados con arte rupestre, de los cuales 5 estaban en una muy buena condición. «Estos estaban localizados en un área remota y se erigían entre 100 y 400 metros sobre el nivel del río», relata Setiawan. «Sus dibujos eran únicos y hermosos y revelaban un nuevo tipo de esténcil de mano en el arte rupestre».
Entre estos 24 sitios destacaba Lubang Jeriji Saléh, una cueva de piedra caliza hallada por el grupo en 1996 y ubicada en la provincia de Kalimantan Oriental, en el este de la isla de Borneo. En sus 140 metros de longitud, la caverna albergaba unos 20 dibujos de animales y humanos y, además, unas 300 impresiones de manos en sus paredes. En noviembre pasado, un estudio publicado por la revista «Nature«, y liderado por los arqueólogos Maxime Aubert, Adam Brumm y el propio Setiawan, concluyó que estas representaciones eran mucho más antiguas de lo que se creía en un comienzo: mediante una datación por series de uranio, se pudo establecer que uno de los dibujos -un animal indeterminado, probablemente un banteng, un buey salvaje local- tenía una antigüedad de 40 mil años, lo que lo convertía en la pintura figurativa más antigua que se conoce hasta la fecha.
La irrupción de estas pinturas marcó un giro en cómo los primeros humanos se relacionaban con su entorno: de enfocarse en la supervivencia y las necesidades diarias mundanas pasaron a cultivar los que podrían ser los primeros hilos de una cultura. A pesar de las miles de representaciones artísticas halladas en la zona, Setiawan reconoce que «aún no sabemos» su significado. Todo indica que estos artistas de la era del hielo no vivían en dichas cavernas y recurrían a inteligentes atajos que les permitían llegar a sus cumbres boscosas.
Un cambio de paradigma
Durante décadas, Francia y España han sido consideradas como centro global del desarrollo del arte rupestre, con sus sobrecogedoras pinturas de animales en cuevas como Chauvet (32 mil años de antigüedad), Lascaux (17 mil) y El Castillo (37 mil), entre otras. Sin embargo, diversos descubrimientos en el último lustro sugieren que este proceso habría sido mucho más complejo. Hace solo cinco años, el equipo liderado por Aubert ya había marcado un precedente con el hallazgo de un par de pinturas figurativas de poco más de 35 mil años en la vecina isla indonesia de Célebes. No es el único caso: en septiembre del 2018, investigadores europeos y africanos mostraron el que sería el primer dibujo abstracto del «homo sapiens»: nueve diminutas líneas rojas pintadas hace 73 mil años en la cueva sudafricana de Blombos.
Para algunos expertos, el descubrimiento y la datación de las pinturas del Borneo suponen un cambio de paradigma con respecto a los planteamientos anteriores sobre el origen y desarrollo de la expresión artística de la humanidad. «Hace 40 mil años, sabemos que en Europa se produjo una especie de big-bang artístico en el que centenares de cuevas son decoradas. Ahora, los nuevos datos nos están diciendo que no fue este el único punto donde se produjo y, posiblemente, tampoco el primero», afirma Diego Gárate, prehistoriador de la Universidad de Cantabria (España).
En la investigación de Kalimantan Oriental, el equipo de científicos elaboró una cronología de tres fases según la fecha de aparición de las pinturas. Las más antiguas eran las imágenes rojizas de animales y pinturas de manos; luego vinieron los esténciles de manos de color púrpura con intrincados adornos como ramas de árboles o parras; y, por último, las figuras humanas, botes y diseños geométricos en pigmentos oscuros. Según estos datos, la tradición del arte rupestre paleolítico irrumpió en Borneo entre 52 mil y 40 mil años atrás, casi en paralelo, o incluso antes, que los primeros artistas europeos. «No diría que el arte rupestre ‘emergió’ en Asia, pero es posible que haya surgido al mismo tiempo, y de forma independiente, alrededor del mundo», señala Setiawan. «Un escenario alternativo, sin embargo, es que las pinturas rupestres ya eran una práctica extendida entre los primeros homo sapiens que abandonaron África, hace 50 mil años».
Hoy, Borneo figura como la tercera isla más grande del mundo, después de Groenlandia y Nueva Guinea. Pero, durante todo el período glacial, fue la punta más oriental de Eurasia, una vasta masa de tierra continental de cerca de 13 mil kilómetros de ancho y que tenía a Europa en el extremo más occidental. «Las primeras poblaciones humanas modernas del Sudeste Asiático no utilizaron la variedad de tecnologías y tipos de herramientas que se ven en otros lugares de Eurasia, por lo que se consideraron un ‘lugar apartado’ para la cultura humana», señala Tim Reynolds, profesor titular de Birkbeck, Universidad de Londres, y experto en arqueología paleolítica. «Los nuevos hallazgos desafían esto al demostrar que estas poblaciones sí tenían obras de arte, herramientas de huesos y dietas variadas».
Una ventana al pasado
¿Quiénes eran estos tempranos artistas de Indonesia? ¿Cuál era el significado de estas pinturas? ¿Qué ocurrió con ellos? A diferencia de la extensa bibliografía que existe sobre Europa, la zona del Sudeste Asiático aún permanece como un misterio. «La información parece indicar que, hace unos 50 mil años, grupos de humanos como nosotros, homo sapiens , se desplazaron hacia esa región», apunta Gárate. «Es posible que estos exploradores del Paleolítico utilizaran la expresión artística como sistema para cohesionar al grupo, para mantener la unidad e identidad en ese ‘nuevo mundo’. Serían pequeños grupos que vivían de la caza de animales y de la recolección de pequeños frutos y que tendrían conocimientos de navegación incluso más allá del cabotaje, para desplazarse de isla a isla y llegar, prácticamente de manera simultánea, a Australia y a Europa».
Según el estudio publicado por «Nature», la cultura de arte rupestre de Borneo tuvo un giro hace 20 mil años, con la aparición de los primeros retratos de humanos en sus cavernas, algo sorprendentemente similar a lo que ocurría en Europa, en el otro extremo del mundo. Esta fase coincidió con el Último Máximo Glacial, una época en la que las capas de hielo alcanzaron su máxima extensión y el clima global se volvió más extremo. Bajo ese escenario, es posible que este mundo inhóspito haya estimulado nuevas formas de innovación cultural; o, tal vez, que las empinadas montañas de Kalimantan Oriental fueron un refugio para una población que se precipitó a nuevas formas de comunicación intergrupal, en las que el arte cumplió un rol capital.
«Las personas y especialmente los niños que crecieron en este tipo de sociedades tuvieron que aprender mucho sobre las imágenes y por medio de ellas», señala April Nowell, arqueóloga del Paleolítico y jefa del Departamento de Antropología de la Universidad de Victoria (Canadá). «Crear estas imágenes fue otro paso en la forma en que las personas convirtieron los ‘espacios’ en ‘lugares’ o, al menos, en cómo modificaron el mundo a su alrededor para adquirir nuevos significados. (En las pinturas del Borneo) las huellas de manos son, para mí, las más convincentes. Me encantan las que parecen estar unidas por una enredadera frondosa que las une o las conecta a todos. Estos patrones podrían decirnos sobre la amistad u otros tipos de vínculos sociales entre las personas, pero esto es solo una suposición».
En la fase púrpura de su arte rupestre, Setiawan puntualiza que los cazadores-recolectores indonesios inmortalizaron sus vestimentas y sofisticadas herramientas de lanzamiento, lo que desmonta la idea de que eran culturalmente menos avanzados. Para el investigador, este es solo uno de muchos descubrimientos que están por venir: en el 2010, la Oficina de Conservación de la zona hizo un llamado a que la población local reportara de nuevas locaciones que albergaran arte paleolítico. «Hoy en día, todos juntos, hemos descubierto 53 sitios en la región de Sangkulirang y casi el 90% están dispersados en una jungla remota de 100 mil hectáreas», señala. «Nosotros creemos que todavía hay muchos sitios no descubiertos, escondidos en el medio de la nada, entre las gigantescas montañas kársticas».