Hace casi medio siglo, este grupo británico rompió esquemas con su imagen glamorosa y un pop avant-garde que marcó a varias generaciones de artistas. Con motivo de la reedición de su primer disco, su guitarrista Phil Manzanera, más una serie de expertos y académicos, repasan su legado. Guillermo Tupper.
(Artículo publicado en el Cuerpo Vidactual de El Mercurio. Enero del 2018)
El 24 de agosto de 1972, Roxy Music se presentó por primera vez en el programa televisivo británico «Top of the Pops«. Liderados por su carismático cantante Bryan Ferry, la banda estrenó su single «Virginia Plain», una melodía que desafiaba los parámetros convencionales de la canción pop al no tener estribillo y repetir una única estrofa. Sin embargo, buena parte de su rareza emanaba de una pequeña caja de madera con diales manipulada por un personaje andrógino de guantes plateados. Esa noche, Brian Eno introdujo la música electrónica a un público masivo y Roxy Music pasó a ser uno de los grupos más influyentes de la historia.
Desde su casa en Londres, ubicada a cinco minutos de la de su amigo David Gilmour, el guitarrista Phil Manzanera ríe con ganas al recordar las diferencias entre el estrafalario vestuario de la banda y los looks más recatados del público juvenil que bailaba en el set de televisión. “La gente nos lo dice todo el tiempo. Cuando nos vieron en este programa pensaron: ‘hay otra gente como yo. Hay gente diferente en este país’. Especialmente fuera de Londres”, cuenta en un fluido español. “Eso tuvo una influencia increíble en muchos artistas que, en la década del 80, empezaron a salir y que, en la fecha de emisión del programa, solo tenían 10 años”.
Para Manzanera, 1972 fue un año clave en su ascenso como músico. Hijo de madre colombiana, su juventud se repartió entre países como Cuba y Venezuela, donde aprendió el arte de la guitarra. De vuelta en Londres, formó una banda (Quiet Sun) y audicionó para Roxy Music, pero no fue escogido. «El 31 de enero del 72 cumplí 21 años y no estaba en ningún conjunto», recuerda. «La semana siguiente, Bryan Ferry me preguntó si quería hacer unas mezclas de sonido, fui a la casa donde ensayaban y, como no estaba David O’List (el guitarrista original), me dijeron que tocara un poquito. El 14 de febrero me llamaron: ‘¿quieres meterte en el conjunto?’. Dos semanas después estábamos grabando el primer disco. Yo estaba enloquecido. Desde que tenía ocho años, y vivía en Caracas, soñaba con estar en un conjunto de pop y de rock».
Pocas semanas después, la banda abrió el show de un tal David Bowie en el bar The Greyhound, en Croydon. La misma temporada en que ambos timbraron dos discos fundamentales de su era —el debut homónimo de Roxy Music y «The Rise And Fall of Ziggy Stardust and the Spiders From Mars«— mostraron sus credenciales ante una audiencia que no superaba las 60 personas. «En los siguientes cuarenta años, cada vez que me encontré con David, hablamos de ese show», cuenta Manzanera. «Él me decía: ‘Phil, todo el mundo me dice que estuvo ahí. Al menos, mil, dos mil personas. Si yo recibiera un dólar por cada una de ellas ya sería millonario’. Y yo le respondía: ‘pero tú ya eres millonario’. Y nos reíamos”.
Una revolución multicolor
El próximo 2 de febrero, y para conmemorar su aniversario 45, la banda británica lanzará un box set de cuatro discos que incluye una versión de su primer álbum remezclada por el productor Steven Wilson. Además, esta reedición trae demos inéditos, sesiones en vivo en el programa del discjockey John Peel, un libro con fotografías y un DVD con presentaciones en vivo de la época. “A veces tocábamos en lugares raros y nos tiraban cosas todo el tiempo», dice Manzanera. «Nosotros nos quedábamos y decíamos: ‘no. Vamos a tocar esta música disfrazados así’. Y todo el mundo decía: ‘¡nos están tomando el pelo! ¡Tírenles agua!’”.
En sus inicios, la banda se acercó al glam, un género que representó un rechazo a los valores de la contracultura de los 60. Sus dos figuras claves —Bowie y Marc Bolan— eran presencias significativas en la escena underground de Londres pero, hacia 1970, empezaron a mirar otras direcciones y audiencias. “Lo hicieron, en gran medida, adoptando valores antiéticos a la noción de autenticidad de la contracultura hippie: glamour, show-biz, teatralidad, cortejando al público ‘pop’ y no solo a los hippies”, sostiene el académico Philip Auslander, autor del libro “Interpretando Rock Glam: Género y Teatralidad en la Música Popular”. “Muchos siguieron su ejemplo de varias maneras, incluido Bryan Ferry. El advenimiento del rock glam le dio a él y a Roxy Music la oportunidad de presentar algo diferente”.
Con tres de sus integrantes formados en Escuelas de Arte y Literatura (Eno, el saxofonista Andy Mackay y Ferry, quien además fue alumno de Richard Hamilton, pionero británico del pop art), Roxy Music tomó la idea del rock como un arte conceptual. Su celebración de la pose y el artificio, la inclusión de modelos en la cubierta de sus discos (ver recuadro) y su sensibilidad posmoderna rompieron con los esquemas del rock tradicional. Un ejemplo de esto último era la canción “Re-Make / Re-Model”, donde la banda hacía un pastiche de estilos de diferentes eras de la música popular, con citas a The Beatles, Eddie Cochran y la “Cabalgata de las Valquirias” de Wagner, interpretada por Mackay al más puro estilo del jazzero estadounidense King Curtis.
En un comienzo, Roxy Music tuvo mucho de obra colectiva, donde participaron fotógrafos, estilistas y diseñadores de moda como Antony Price. Su disco debut pareció salir de la nada y fue grabado cuando la banda apenas acumulaba unos pocos conciertos. «Roxy Music fue un verdadero shock para el sistema de música pop en términos de vestuario, el canto de crooner futurista de Ferry y en su instrumentación radical que combinaba rock progresivo, con Manzanera y Mackay, y modernismo experimental, con la electrónica no convencional de Eno», dice David Fricke, escritor senior de la revista Rolling Stone. «Esto era arte pop con un real sentido de aventura y amenaza en canciones sobre el lado oscuro del glamour que aún podías escuchar en la radio comercial y la televisión».
Mucho más refinados que los punks que vendrían un lustro más tarde, el look Roxy Music se basó en un atractivo sexual telegénico que cautivó tanto a la comunidad heterosexual como homosexual. En su primera encarnación, sus miembros combinaban plumas, jopos propios del rock n’ roll de los 50 y telas de leopardo que hacían referencia al Hollywood de los años 30. Un choque de egos entre Ferry y Eno —los dos principales focos de atención— determinó la salida de este último del grupo. “Teníamos un cantante muy guapo pero, en el escenario, todos miraban a Eno porque era una persona como de otro planeta, un pájaro exótico”, cuenta Manzanera. “Entrábamos al camarín y decíamos: ‘joder, ¿qué tiene este tío? ¡Es increíble!’. Estaba con todas las mujeres y nosotros nada, moya. Como él dijo después que se fue: ‘yo soy una Unidad Móvil Independiente’. No estaba construido para estar en un conjunto. Aunque hubo otras razones, (los motivos de su partida) fueron, fundamentalmente, musicales y conceptuales”.
Elegancia y distinción
En su segunda etapa, y con Bryan Ferry afianzado como capitán del buque, la banda dejó atrás su veta más experimental para incorporar gradualmente elementos del soul y la música disco. En menos de una década, lograron el cénit del art-rock británico (en sus discos “Stranded” y “Country Life”), abrazaron el funk y otras sonoridades afroamericanas (“Siren”) y se despidieron con el súperventas “Avalon” (1982), la cumbre de la sofisticación pop. Fue en este período donde Ferry cambió las telas brillantes de sus inicios por los trajes sofisticados y la elegancia chic del Hollywood clásico, una estampa que mantiene hasta hoy.
«En el escenario, Ferry llevó el arquetipo del cantante de vuelta a los modelos anteriores al rock, como el crooner modelo Sinatra, o incluso antes, a una figura como (el actor, dramaturgo y compositor inglés) Noël Coward«, dice el periodista británico Simon Reynolds, autor del libro “Como un golpe de rayo: El glam y su legado de los setenta al siglo XXI”. «En lugar de una pasión cruda y bluesera, en el estilo de Mick Jagger o Joe Cocker, se trataba de cantar con equilibrio y elegancia. Eso también se reflejó en su imagen, especialmente, cuando se puso el esmoquin blanco. Fue un regreso a la idea del espectáculo pre-rock de la elegancia masculina. A un millón de millas de Iggy Pop”.
Además de su influencia palpable en la moda (ver recuadro), la huella de Roxy Music es reconocible en distintas áreas de la música popular. “Su sonido posmoderno y experimentación musical fueron influyentes en bandas de rock progresivo como Soft Machine y King Crimson”, postula la periodista británica Sylvie Simmons. “La apariencia gallarda de Ferry, así como la parte electrónica de la banda, influenciaron a bandas new wave como Duran Duran, mientras que el tedio sofisticado de su voz sería adoptado por David Byrne de Talking Heads. También podrías darle crédito a Ferry como uno de los padres de la música ambiental, aunque Brian Eno, su ex compañero de banda, lleve esa corona”.
Para Phil Manzanera, el legado de la banda es mucho más conceptual. Y, para explicarlo, vuelve a remontarse a aquel debut en “Top of the Pops”, en 1972. “Más allá de nuestra música y cómo nos vestimos, creo que la gente pensó: ‘hay una posibilidad de tener éxito haciendo una cosa diferente’”, dice. “Nosotros siempre pensábamos que no tienes que ser técnicamente fantástico. Si te sabes uno, dos o tres acordes, es suficiente. Si tienes una idea que tenga resonancia y mucho entusiasmo, puedes tener éxito. Y ese, también, fue el concepto del punk. La idea siempre es más importante que ser técnicamente el mejor del mundo”.
Las chicas Roxy
En la portada de su debut, Roxy Music inmortalizó a la modelo Kari-Ann Muller, caracterizada como una chica de póster de los años 40. Fue la primera de las deslumbrantes mujeres que aparecieron en sus cinco primeros discos, en poses cada vez más provocativas, lo que marcó un quiebre con las normas iconográficas del rock. La mayoría de estas modelos salió con Ferry, aunque la más célebre fue Jerry Hall, la modelo texana que posó para el disco “Siren” (1975) y luego abandonó al cantante por Mick Jagger, con quien tuvo cuatro hijos.
En el 2010, Ferry retomó la tradición cuando eligió a Kate Moss como la musa de la cubierta de su disco solista “Olympia”. “Las mujeres Roxy fueron una raza altamente fetichizada de modelo-musa-diosa que no solo extendieron el aura de glamour de la banda sino que, a través de su poder de estrellas absoluto, estilo muchas veces semi-depredador, y la revolucionaria propuesta que las hizo figurar en lugar de la banda, trascendieron los clichés cursis de las groupies. Ellas personificaban un estilo de vida tentadoramente inalcanzable”, apunta la periodista británica Katie Baron, experta en moda y tendencias.
El dandi original
A partir de 1974, Bryan Ferry inmortalizó el look que lo convirtió en ícono de la moda: su traje estilo inglés basado en la sastrería Savile Row. El diseñador Antony Price lo reimaginó bajo una mirada más brillante, sexy e inspirada en las siluetas del Hollywood de la era dorada. «Su vestuario actual vuelve a la década del 20 o a la cultura americana de los 50. Tal vez este impulso conecta con su inclinación a hacer discos con versiones de otros artistas», dice Shelton Waldrep, autor del libro “Las estéticas de la re-invención: desde Oscar Wilde a David Bowie”.
Ávido consumidor del cine clásico, el esmoquin blanco de Ferry recreaba al de Humphrey Bogart en “Casablanca”, un ícono a quien el cantante ya había tributado en la canción “2HB” de Roxy Music. Su legado en la moda es evidente en numerosas colecciones, desde las elegantes chaquetas de John Varvatos (2014) hasta los trajes escarlata de alto brillo de Dolce & Gabbana (2015). “Mientras el traje siga siendo una parte fundamental del arsenal de la ropa masculina de lujo, y el deseo de hacer alarde siga intacto, Roxy Music seguirá siendo una influencia mayor”, dice Katie Baron.
Mentes inquietas
Además de su trabajo en Roxy Music, varios de sus integrantes tienen prolíficas carreras en solitario. El más resonante fue Brian Eno quien, tras su salida del grupo, volcó sus ideas en magistrales discos de pop experimental (“Here Come The Warm Jets”, “Another Green World”) y se erigió como una de mentes más visionarias de la electrónica y pop, al trabajar como productor de artistas como David Bowie, James y U2.
Desde los inicios de la banda, Bryan Ferry desarrolló en paralelo una carrera en solitario en la que profundizó su faceta de crooner. Su discografía alterna álbumes de versiones a artistas como The Beatles y Bob Dylan y otros como el multiventas “Boys and Girls” (1985) que fue considerado por la crítica como la continuación de “Avalon”.
Por su parte, Phil Manzanera se consolidó como un solicitado músico de sesión y artífice de discos de distintas sonoridades, que van desde el ecléctico “Diamond Head” (1975) hasta su proyecto latino Corroncho. Además, produjo discos de John Cale, Héroes del Silencio, Fito Páez, Enrique Bunbury y Pink Floyd. En diciembre del 2015 visitó por primera vez Chile para tocar con David Gilmour en el Estadio Nacional. “Eso fue una pasada. ¡Fue la única vez que me dejaron hablarle al público! Les dije: ‘tengo que decir algo, porque puedo hablar español’”, recuerda.
Desde el 2001, Roxy Music se ha reunido esporádicamente para hacer giras. En la década pasada, empezaron a grabar un disco —con Eno incluido— pero este nunca vio la luz. “Lo tengo aquí en mi ordenador pero, cada vez que lo escucho, digo: ‘no, esto no es tan bueno. ¿Para qué sacarlo?”, dice el guitarrista. “Pero quién sabe. Somos muy malos comerciantes, no tenemos mánager y cada uno está haciendo 50 mil cosas. Quizás si alguien viene y dice: ‘¡júntense antes que se mueran, por favor!’, digamos ‘ah, está bueno’. Pero somos los peores en ese sentido. Es como un viaje sin rumbo (risas)”.
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