El crítico musical más aclamado de las últimas décadas teoriza sobre la adicción del pop a su propio pasado, el regreso de formatos como el vinilo y por qué no le gustan Bob Dylan ni Jack White. Guillermo Tupper.
(Artículo publicado en el Cuerpo Vidactual de El Mercurio. Diciembre del 2015)
“¿No tuvieron alguna vez la sensación de haber sido engañados?”. El 14 de enero de 1978, Johnny Rotten despidió la desastrosa gira de los Sex Pistols por Estados Unidos con una frase llena de hastío. Cansado de los estrechos parámetros del rock y de su propia imagen pública, el cantante ponía el epitafio definitivo a la banda y, a los pocos meses, reclutaba a nuevos cómplices para formar un colectivo de sonido desafiante e innovador. ¿Su nombre? Public Image Ltd. (PiL), un proyecto que escenificaba la muerte de su antiguo álter ego y ponía la piedra angular de un período histórico conocido como “postpunk”.
Para el crítico británico Simon Reynolds (52), ese golpe casi simultáneo entre el disco «Nevermind the Bollocks» de los Pistols y «Metal Box» de PiL fue un instante de revelación. Con apenas quince años, se sumergió en la vanguardia liderada por los propios PiL, Joy Division, Talking Heads, Devo, Gang of Four y todas aquellas bandas que supieron ver en las condiciones generadas por el punk la posibilidad de experimentar y establecer un quiebre con la tradición. “El punk fue una masiva renovación del idealismo de los 60. A pesar de que, exteriormente, era negativo y anti-hippie, todavía tenía esa creencia heredada de los 60 de que la música tenía el poder para cambiar el mundo”, cuenta a “El Mercurio”. “Por debajo del aparente nihilismo del punk, secretamente era utópico. Y ese utopismo y mirada hacia el futuro realmente emergió con el postpunk”.
Casi como tomando la posta del espíritu de John Lennon y otras figuras de los 60, estas bandas del período 78-84 —en su mayoría, británicas— creían que sus letras podían cambiar la conciencia de las personas y podían decirle “la verdad” al poder. Pero también pensaban que su música debía ser radical en la forma y contenido. “Los últimos años de los 70 y el inicio de los 80 fueron una época de gran urgencia política, con un giro masivo a la derecha en Gran Bretaña y Estados Unidos”, recuerda el periodista. “Ese fue el contexto de estos grupos: desempleo, reacción conservadora, racismo y también ansiedades sobre la guerra nuclear. Esto fue a lo que muchos de ellos trataron de dirigirse, para protestar, criticar o analizar y diseccionar”.
Este fértil período —a menudo ignorado por los historiadores— fue el que motivó a Reynolds a dedicar su vida al periodismo musical. Y, el año 2005, fueron el tema de «Postpunk: Romper todo y empezar de nuevo«, el más vendido de sus siete libros hasta la fecha. Colaborador insigne de publicaciones como «Melody Maker«, «Spin» y «The New York Times«, el británico logró fama mundial por su capacidad de conectar varios de los movimientos de la música popular con su contexto social, político y cultural. ¿Ejemplos? En «Energy Flash. Un viaje a través de la música rave y la cultura de baile» (2008) toma la electrónica como un objeto de estudio serio y recorre su historia con rigor enciclopédico; y en «Retromanía: la adicción del pop a su propio pasado» (2011) —lejos, su libro más controversial— teoriza acerca de la obsesión del pop actual por lo retro y su pérdida de un sentido de propulsión hacia adelante en el tiempo.
El oído agudo de Reynolds también es crítico de ciertas figuras canónicas. Por ejemplo, sorprende que nunca haya dedicado una línea para Bob Dylan, salvo un lejano posteo en su página donde lo calificaba de «sobrevalorado». “Es cierto. En parte es porque, cuando entre a la música, a inicios de los 80, él era una figura irrelevante y casi había caído fuera de la discusión. Chequeé sus discos más famosos, pero nunca conecté con sus canciones o personalidad”, admite. “La gente se enciende con su increíble imaginería o su humor, pero eso simplemente me sobrepasa. Encuentro que el culto a él como letrista es bastante mistificador. Mis letristas favoritos de esa época —gente como John Lennon, Ray Davies, Jim Morrison, Syd Barrett, The Byrds o Lou Reed—, eran bastante directos y decían lo que querían decir en un lenguaje claro y poderoso”.
—¿Qué piensa de aquellos que cuestionaron la excesiva negatividad de «Retromanía»?
“La gente parece estar más feliz con la escritura entusiasta acerca del pop. Pero yo siento que tengo más que mi parte en ese tipo de escritura: tanto “Energy Flash” como «Romper todo…» son básicamente celebraciones acerca de zonas completas de la música y la cultura. Así que siento que me he ganado el derecho a un libro negativo. Las razones por las que celebro el tecno, la música rave, la electrónica y el postpunk están conectadas con las razones por las que critico la cultura musical del siglo XXI. Lo que alabo de esas épocas —el cambio constante, el movimiento incansable hacia adelante, la innovación y originalidad— son las cosas que están, en gran medida, ausentes en la época de la Retromanía. También estoy atacando a los apologistas intelectuales para este tipo de tendencias — todo ese enfoque de ‘todo es un remix’— en el que ser un curador se considera lo mismo que ser creativo”.
“El vinilo es una moda tonta”
A diferencia del entusiasmo que inspiró sus libros anteriores, «Retromanía» fue un ensayo impulsado por el hastío de Reynolds sobre el estado actual del pop. Un presente marcado por las lucrativas giras de reunión, sellos discográficos lanzando cajas recopilatorias, conciertos en vivo de álbumes clásicos, el auge de las bandas tributos y los museos de rock y el propio afán revisionista de artistas emblemáticos del nuevo milenio. «Internet ha intensificado esta tendencia a una cultura conmemorativa. Una forma de generar nuevas historias —y nuevos clics— es excavar algo del pasado o celebrar el aniversario 10 o 20 de un evento, o hacer una lista con ‘lo mejor’ o ‘lo peor’ de la historia. Hay una economía web de nostalgia instantánea”, sostiene.
Según Reynolds, lo que empujó la “fiebre retro” al siguiente nivel fue el auge de la banda ancha y herramientas como el filesharing y YouTube. “Los músicos modernos pueden escuchar mucho más del pasado musical en comparación a las generaciones anteriores, cuando los discos costaban dinero. Así que ellos son inundados con influencias”, afirma. “Su música tiende a ser un pastiche de sonidos de diferentes eras. Eso es lo que hacen Vampire Weekend, Ariel Pink y más. Puede ser realizado brillantemente —adoro a esas dos bandas— pero no es el mismo impacto de lo nuevo que tenías con, digamos, Public Image Ltd. o Gang of Four en los años postpunk o artistas tecno como Joey Beltram y 2 Bad Mice en los 90”.
—¿Cuáles son los peligros que ve en sitios como YouTube?
“Creo que, en algunos sentidos, YouTube es casi una catástrofe cultural. Y lo digo como alguien que lo adora y utiliza. YouTube tiene un montón de material actual y contemporáneo pero una cantidad gigantesca es un caótico y amateur archivo público de la cultura popular (y no popular) de los últimos 70 años. Por una parte, es fantástico revisitar todos esos olvidados pedacitos de la televisión de mi infancia, o videos de músicos de décadas anteriores, o películas oscuras. Por otro lado, sería completamente posible vivir culturalmente en el pasado. Podría pasar el resto de mi vida viendo la televisión de los 70, cosas que vi en ese momento y olvidé, o cosas que me perdí. En un sentido cultural, creo que YouTube, y la cultura general de Internet de archivar y compartir música, han erosionado el tiempo lineal”.
—¿Qué opina del retorno de formatos como el vinilo?
“Para las personas más jóvenes que están comprando vinilos, pareciera tener una calidad gestual, como si fuera puramente una cosa de moda. La mayoría de las reediciones en vinilo que están a la venta ahora tienen su origen en fuentes digitales porque las cintas análogas originales se han extraviado o fueron muy difíciles de encontrar. Sónicamente, estas reediciones no tienen buena calidad. Así que la gente está comprando la idea, no la experiencia sónica real. Para mí, la locura por el vinilo es una moda tonta. Si estuviera por comprar un disco nuevo, lo tendría en disco compacto, el que todavía es superior a la mayoría de los archivos”.
El futuro está en el rap
En 1987, Reynolds finalizó una reseña del grupo The Young Gods con la frase “el futuro empieza aquí”. El pronóstico fue acertado: los sonidos oscuros y post-industriales del trío suizo fueron recogidos en los 90 por bandas como Nine Inch Nails, Ministry y el propio David Bowie. Hoy, el periodista no se anima a repetir esa conjetura. “Probablemente el material que suena más al futuro es algo del rap callejero que sale de Estados Unidos, particularmente, en Los Ángeles y Atlanta. Productores como DJ Mustard. Cuando escucho ese material, pienso ‘yeah, esto es 2015. Esto suena a hoy”.
Según el periodista, entre el 2005 y 2010 el rap atravesó un período donde “parecía bastante exhausto, en términos sónicos, líricos y de actitud”. Sin embargo, su sonido se regeneró en los últimos años gracias a figuras como Kanye West, Future, Kendrick Lamar y Young Thug. “¿Si Kanye es el artista más relevante de hoy? Probablemente lo sea. Como él dice, con su característica falta de modestia, él es la verdadera estrella de rock de esta era: ego masivo, ambición gigantesca, constantemente en movimiento y nunca satisfecho”, sostiene. “‘Yeezus’ (2013) fue un disco increíble. Tiene una influencia de la música industrial de fines de los 80, la electronic body music e, incluso, un poco de Gary Glitter, pero el efecto es totalmente siglo XXI. Él también está diciendo cosas: tiene esa creencia propia de John Lennon que las palabras importan y pueden cambiar cosas. (La canción) ‘New slaves’ fue toda una declaración”.
—¿Cuál fue el ultimo rockero que definió una era?
“Probablemente Kurt Cobain. Desde entonces, podrías argumentar que Thom Yorke y Radiohead, pero no sé si ellos han sido tan influyentes o fueron capaces de definir una era como Nirvana. Y después, en un sentido negativo, Jack White ha definido la época de la retromanía y ha sido bastante influyente. Me gustan algunas de las canciones de los White Stripes pero, en general, tiendo a pensar que White es una fuerza perniciosa en la música”.
Su nuevo libro
“Estoy terminando un libro acerca del rock glam y el art pop de los 70, que también explora los legados del glam en las décadas subsiguientes. Tengo cuatro o cinco ideas para libros después de eso. El problema con los libros que hago es que siempre me involucro en temas grandes, cosas que requieren dos o tres años de investigación y escritura y, durante ese tiempo, no hago mucho trabajo freelance. Por lo tanto, los libros deben pagar por ese tiempo”.
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