La historia de “Momotaro”, el primer largometraje animado de Japón

A finales de la Segunda Guerra Mundial, esta película de propaganda buscaba ensalzar un espíritu patriótico entre los niños nipones. Setenta y un años después, la versión restaurada del filme fue exhibida en el Festival de Cannes y volverá a los cines. Guillermo Tupper.

(Artículo publicado en el Cuerpo Vidactual de El Mercurio. Julio del 2016)

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Estados Unidos, 1945. Corren tiempos de guerra y, como es habitual, una de las estrategias de cada bando es demonizar el enemigo. Por eso, los norteamericanos recurren a las películas animadas, las caricaturas y los chistes como una forma de aliviar la agresión y burlarse de sus contendores. Los ejemplos durante ese período son múltiples: en “Der Fuehrer’s face” (Disney, 1943), el Pato Donald se viste de nazi; “The Ducktators” (Warner Bros., 1942) parodia a Hitler, Mussolini e Hirohito como animales de granja; y, en “Bugs Bunny nips the nips” (Warner Bros., 1944), el conejo de la suerte viaja a Japón y logra ‘pacificar’ la isla.

A pesar de enfrentar una escasez de insumos, el Imperio de Japón aprueba realizar películas animadas con un fin propagandista. Y el 12 de abril de 1945, se estrena “Momotarō: Umi no Shinpei” (conocida en occidente como “Momotaro y los guerreros divinos del mar”), el primer largometraje animado en la historia de Japón. Dirigida por Mitsuyo Seo —por aquel entonces, dueño de uno de los estudios independientes de animación más grandes del país asiático— el filme es financiado por la Armada Imperial Japonesa. “Los filmes de Seo fueron instruidos para despertar el entusiasmo de los niños sobre la invencibilidad de la Armada”, relata el estadounidense Fred Patten, historiador experto en ciencia ficción y anime.

El protagonista de la película era Momotaro, un popular héroe del folclor japonés nacido de un melocotón. Dotado de cualidades divinas, Momotaro viaja con sus amigos animales a una isla distante para derrotar a los monstruos que aterrorizan su pueblo. En la versión cinematográfica, él y sus amigos son paracaidistas en la fuerza naval nipona y las fuerzas británicas son caracterizadas como demonios. “Momotaro es uno de los cuentos populares japoneses más significativos”, dice el estadounidense Jack Zipes, profesor emérito de la Universidad de Minnesota y autor de múltiples libros que exploran el rol político y social de los cuentos de hadas. “Su historia ha sido interpretada de muchas maneras diferentes, pero una cosa está clara: es una especie de salvador que protege a Japón de los demonios”.

Tras perder la guerra, los filmes animados japoneses de propaganda fueron destruidos, tanto por los propios asiáticos como por las fuerzas aliadas de la ocupación. Una copia de “Momotaro y los guerreros…” logró sobrevivir por accidente y fue redescubierta en los años 80. Hasta que, este año, una alianza entre Shochiku Co.Ltd —la productora original del filme— y la distribuidora estadounidense Funimation permitió restaurar la película y mostrarla en el marco del programa ‘Clásicos de Cannes‘ de la última edición del festival francés. Como parte del acuerdo, Funimation aseguró los derechos exclusivos de la nueva versión para distribuirla en cines, y en formato digital y video casero, en Estados Unidos y Canadá.

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“Mitsuyo Seo fue una figura clave en el desarrollo de la industria del anime japonés y estamos honrados de ser parte de la restauración de uno de sus trabajos más famosos”, señaló Gen Fukunaga, el CEO y fundador de Funimation, en la declaración oficial. “Este maravilloso filme en blanco y negro fue creado usando casi 50 mil celdas de animación y ofrece una animación, música y entretenimiento magníficos que están a la par con cualquier película de Disney de la misma era”.

La guerra de los monos

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En la Segunda Guerra Mundial, el cine de animación ocupó un rol muy influyente. Incluso en Estados Unidos, esta clase de películas fue clasificada como una industria esencial. No solo eran utilizadas para encender un espíritu patriótico, sino que también para educar al personal militar acerca de importantes conceptos y habilidades. “Por ejemplo, Disney hizo una película de cinco horas sobre el mantenimiento de aeronaves”, afirma el británico Jonathan Clements, autor del libro “Anime: A History” (2013) y que, actualmente, prepara uno sobre “Momotaro y los guerreros divinos del mar” para comienzos del 2017. “En Japón, una película animada fue usada para entrenar a los pilotos que bombardearían Pearl Harbor y también para explicar el mantenimiento de torpedos y las tácticas de bombardeo”.

En aquella época, la animación estadounidense le llevaba una amplia ventaja a la japonesa. La diferencia más grande y obvia era que los asiáticos todavía trabajaban en blanco y negro. En 1939, las películas extranjeras habían sido prohibidas en el país del sol naciente y les tomó largo tiempo igualar las características desarrolladas por Disney en ese período (su primer filme a color lo lograrían, recién, en 1958, con “Hakujaden” o «El Cuento de la Serpiente Blanca«). “A comienzos de los años 30, las películas japonesas luchaban por tener más de dos rollos de duración”, dice Clements. “Se necesitó de financiamiento militar para impulsar la industria de la animación y hacer un largometraje”.

Cuando la Armada Imperial Japonesa convocó a los animadores locales para trabajar juntos en una película, nombraron a Mitsuyo Seo como el director. Seo no tuvo mucha opción: años antes, ya había sido amenazado por el régimen por hacer películas de agitación y propaganda que sugerían que Japón no era mejor que las potencias imperialistas occidentales que se repartían China según sus intereses políticos y económicos. La innovación técnica en sus filmes se introdujo, en gran medida, por Tadahito Mochinaga, quien construyó la primera cámara multi-plano de Japón. “En 1941, una copia de contrabando de (la película) ‘Fantasía’ fue ingresada a Japón y exhibida a un público selecto de cineastas e integrantes de la marina local”, cuenta Clements. “Uno de los asistentes quedó absolutamente abrumado tras verla, incapaz de imaginar cómo Japón podía siquiera competir”.

La respuesta vino en 1943, con “Momotarō no Umiwashi” (en español, “Momotaro y las águilas del mar”, disponible en YouTube), un filme dirigido por Seo que recreaba el ataque japonés a Pearl Harbor y mostraba a un personaje muy similar a Bluto —el rival de Popeye— en el rol de un cobarde e incompetente borracho. Este se exhibió de manera obligatoria en los paseos de colegio y, a pesar de que fue publicitado como “el primer largometraje animado japonés”, solo duraba 37 minutos. En los cines, su exhibición era precedida de un encendido discurso de un oficial de marina. “Seo tenía una sensibilidad artística y una maravillosa apreciación de las tensiones de la guerra”, dice Clements. “Las escenas en las que los animales están esperando en el portaaviones para ver si sus héroes han podido regresar es, todavía, muy conmovedora”.

El primer largometraje vendría dos años después, con la ya mencionada “Momotaro y los guerreros…” (también disponible en YouTube), que alcanzó los 74 minutos de duración. El filme tuvo una escala sin precedentes: además de un enorme presupuesto, Seo contó con un equipo de 70 personas, incluido el pionero de la animación japonesa, Kenzo Masaoka. Sin embargo, casi nadie pudo verla en los cines, ya que, al momento de su estreno, Japón estaba a punto de perder la guerra. “Los niños ya habían sido evacuados de Tokio, los jóvenes habían sido destinados a trabajar en las fábricas y los cines estaban destruidos”, apunta Clements.

El primer hito

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Seo no se rindió en su carrera como cineasta hasta varios años después de la Segunda Guerra Mundial. Tras el fin del conflicto, fundó un nuevo estudio de animación, Nihon Manga Eiga-sha, y, en 1949, produjo un filme animado de 33 minutos llamado “Ōsama no Shippo (The King’s Tail)”, que incluía 100 mil dibujos. A pesar de que este era básicamente una adaptación de “El traje nuevo del emperador”, el cuento de hadas danés escrito por Hans Christian Andersen en el siglo XIX, las autoridades de la ocupación la calificaron de propaganda comunista y se negaron a exhibirlo. El estudio de Seo cayó en bancarrota y, disgustado, el director cambió su nombre a Taro Seo y se convirtió en un ilustrador de libros de niños por el resto de su vida.

“Seo era un hombre de izquierda declarado, tanto así que, en el período de posguerra, sufrió más con las cazas de brujas anticomunistas que con la propia guerra”, señala Clements. “Creo que él, al igual que muchos otros directores de cine, se ofrecieron voluntariamente para los servicios de propaganda ya que era una mejor opción que llevar un arma. La ironía, por supuesto, es que, después del conflicto, muchos de ellos descubrieron que esa propaganda colaboró para ‘incitar a la guerra’, lo que, a menudo, era considerado un crimen más serio que combatir en una”.

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En los años posteriores, los animadores japoneses que sobrevivieron a las purgas fueron claves en traspasar sus habilidades a la siguiente generación. Un buen porcentaje de aquellos que trabajaron en los filmes de Seo, junto a otros exponentes, fueron parte fundamental de lo que después de conocería como el estudio de animación Toei. “En los 60, este se hizo conocido como la ‘universidad de la animación’, porque entrenó una generación completa de animadores, muchos de los cuales fueron levantados por los estudios que empezaban en aquella época, como Mushi Production de Osamu Tezuka (el creador de Astro Boy y considerado el padrino del manga)”, señala Clements.

En las décadas siguientes, Seo desapareció del ojo público y su muerte, en agosto del 2010, fue largamente ignorada por los medios. Algunos elucubran que el bajo perfil que cultivó el resto de su vida tenía que ver con su propio arrepentimiento por haber colaborado con el régimen de Hirohito. “La pregunta que uno debe hacerse es cómo un cineasta de izquierda, que había sido torturado debido a sus creencias políticas, hizo esas películas patrióticas tan frívolas”, dice Jack Zipes. “Ciertamente debe haberse sentido avergonzado, sobre todo, porque Japón estaba al borde de rendirse cuando hizo ‘Momotaro y los guerreros divinos del mar'».

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