Estuvimos en los «Champs», el torneo interescolar de atletismo que vio nacer a Usain Bolt y donde emergen las futuras estrellas jamaicanas de la pista. ¿Por qué esta pequeña isla de tres millones de habitantes se convirtió en la cuna de los velocistas más rápidos del mundo? Por Guillermo Tupper, desde Kingston.
(Artículo publicado en el Cuerpo Vidactual de El Mercurio. Abril del 2016)
Christopher Taylor (16) tiene unas piernas negras, alargadas, y corre con un cintillo verde con la leyenda «C-Bar«, de su colegio Calabar. Es la final de los 400 metros planos y lleva un tranco seguro, sin prisa, como si su victoria estuviese asegurada de antemano. Faltando 60 metros para la meta, Taylor tiene tiempo para mirar a su izquierda, bajar drásticamente su velocidad y alentar a Brandon Heath, su compañero de equipo, para que este alcance el segundo puesto y sume puntos para el colegio. Heath logra el objetivo con esfuerzo, mientras que Taylor cruza la meta trotando y gana con un tiempo de 47,76.
De no mediar nada extraño, Taylor será el próximo velocista jamaicano que dará que hablar en el mundo. Este año rompió los récords juveniles en las pruebas de 200 metros, 400 metros y en posta 4×100. Y mientras surca la pista del Estadio Nacional de Kingston, recibe los vítores de una multitud que canta, baila y hace la ola. En el público hay niños, ancianos y madres con guaguas. También un zumbido incesante, parecido al de un enjambre de mosquitos: son vuvuzelas, las mismas que conocimos en el Mundial de Fútbol de Sudáfrica.
Este es el escenario en el cual transcurren los «Champs«, un torneo interescolar que, desde 1910, congrega a noveles exponentes de esta pequeña isla caribeña de las Grandes Antillas. Durante los cuatro días de competencia, Kingston se paraliza en torno al evento y, en la radio y la televisión, casi no se habla de otra cosa. Si hubiese que hacer una comparación a nivel local, los «Champs» generan la misma expectativa que un superclásico entre Colo Colo y la «U«. Con la diferencia de que aquí no hay barras bravas y los protagonistas no son jugadores consagrados, sino escolares que corren, saltan y lanzan.
El factor Bolt
En la última edición de los «Champs», Calabar revalidó por quinta vez consecutiva su corona y derrotó con holgura a Kingston College, su rival histórico. Desde sus inicios, este establecimiento ha sido un semillero de atletas legendarios: en los Juegos Olímpicos de Londres 1948, uno de sus alumnos ilustres, Arthur Wint, ganó la prueba de 400 metros y la primera medalla de oro en la historia de Jamaica. A pesar de su tradición, recién en enero pasado Calabar cumplió el anhelo de ser el primer recinto del país en tener su propia pista de rekortán.
Para las jóvenes promesas de la pista, los «Champs» son la primera estación en la larga ruta a los mundiales de atletismo y los Juegos Olímpicos. En sus más de cien años de historia, el torneo ha sido la cuna de varios medallistas olímpicos locales como «Herb» McKenley, Donald Quarrie, Bert Cameron, Michael Frater, Shelly-Ann Fraser-Pryce y el propio Usain Bolt. Fue el año 2001 cuando el «Rayo» obtuvo su primera medalla de plata en la prueba de 200 metros, defendiendo la camiseta del William Knibb, un humilde colegio de su Trelawny natal.
«Yo no sabía nada de Usain antes de conocerlo. El director del colegio me pidió ser su guía y, cuando me reuní por primera vez con él, lo que más me impresionó fue su estatura», cuenta Norman Peart, el primer mánager de Bolt. «Hasta que, unas semanas después, lo vi corriendo en la Bahía Montego y dije ‘¡wow!’. Tenía 15 años y despachaba a sus competidores sin esfuerzo».
Peart fue testigo de uno de los momentos más complejos en la carrera de Bolt. Ocurrió el 2004 cuando, con 17 años, fue presionado para competir en los Juegos Olímpicos de Atenas. Disminuido físicamente y peleado con su entrenador de la época, Bolt quedó eliminado en primera ronda. «Los medios jamaicanos y el público se portaron horrible después de Atenas», recuerda. «El problema es que él había corrido 19,93 en los 200 metros en abril de ese año. Y, si tienes la opción de ganar, sin importar tu edad ni tu forma física, los jamaicanos no quieren nada que sea menos. Pero él sobrevivió».
Cada año, decenas de entrenadores foráneos llegan a los «Champs» para ofrecer becas de estudio a las jóvenes promesas isleñas. Gracias a un efectivo programa estatal de becas entre el Ministerio de Educación local y los centros universitarios, esta fuga de talentos se ha revertido. «En el pasado, Linford Christie y Donovan Bailey terminaron defendiendo a Gran Bretaña y Canadá. En esos tiempos, la educación era muy importante», apunta el galés Colin Jackson, medallista olímpico en Seúl 88. «Pero ahora tienes la Universidad de las Indias Occidentales, en Kingston, con un excelente nivel educacional y de instalaciones deportivas. ¿Para qué ir millas y millas lejos de casa si aquí está todo lo que necesitas?».
El gen de la velocidad
No deja de sorprender que un país tan pequeño como Jamaica -cuya población no supera los 3 millones de habitantes- pueda producir tantos velocistas campeones. Liderados por Bolt y Shelly-Ann Fraser-Pryce, los atletas jamaicanos ganaron 11 de 18 medallas posibles en velocidad en los últimos Juegos Olímpicos de Londres 2012, incluyendo el primer y segundo lugar en los 100 metros masculinos; y el primero, segundo y tercero en los 200 metros varones.
Hay varias teorías que explican este fenómeno. Algunos apuntan a su dieta rica en batatas. Otros, a una genética privilegiada. «Usain y los jamaicanos poseen un gen de la velocidad llamado ACTN3 (Actinin 3), que potencia los músculos», señala la doctora Rachael Irving, profesora titular e investigadora de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de las Indias Occidentales. «Este gen se encuentra con una alta prevalencia en África Occidental. La población afroamericana jamaicana es predominantemente del oeste y centro de África».
En sus estudios, la científica ha concluido que muchos de sus coterráneos tienen altos niveles de serotonina en sus cuerpos, lo que se vincula a su velocidad y fortaleza mental. «Aquellos que sobreviven o tienen éxito, usualmente, tienen altos niveles de serotonina y son capaces de continuar a pesar de lo que esté pasando a su alrededor», señala. «La disminución de la serotonina conduce a una incapacidad para actuar sobre los planes establecidos».
A diferencia de países como Kenia -donde sus atletas son especialistas en recorrer largas distancias-, la principal motivación de los jamaicanos es ser el más rápido. «Tal vez una de las razones es que Kenia es un país con altura, lo que hace más fuertes a sus maratonistas. Pero en Jamaica la mayoría de las personas se enfoca en distancias cortas. El desafío siempre es hacer una carrera hasta la puerta o hasta el auto con tus amigos», apunta Hansle Parchment, medallista de bronce en 110 metros vallas en los últimos Juegos Olímpicos de Londres.
Para la mayoría de los jóvenes, la pista surge como el medio ideal para escapar de la pobreza que afecta a casi el 20% de la población. Sin embargo, algunos cuestionan el énfasis excesivo que tienen los deportes en los colegios. «Se invierte poco tiempo en el trabajo académico, técnico y vocacional», señala el doctor Lascelve «Muggy» Graham, ex capitán de la selección de fútbol de su país. «La mayoría de los alumnos viene de entornos muy pobres y a los colegios solo les importa ganar. Algunos tienen departamentos de reclutamiento de buenos deportistas y un buen número de ellos le ofrece dinero o especies -como refrigerador, cocina o celulares- a sus familias. Pero no hay garantías de que sean tan exitosos como Usain y Shelly-Ann».
La «triple-triple»
A pocos kilómetros del Estadio Nacional de Kingston, Usain Bolt entrena en el campus de la Universidad de las Indias Occidentales. Aquí hace un alto en su intensa preparación para los Juegos Olímpicos de Río para hacer varios anuncios: Bolt asegura que estos serán sus últimos Juegos Olímpicos; que su meta es bajar los 19 segundos en la prueba de 200 metros; y que ni siquiera sus recientes lesiones lo asustan. «Nunca debes pensar en perder», dice enfático. «Entreno duro para ganar y lograr nuevas cosas. Para eso estoy aquí».
En Brasil, Bolt podría convertirse en el primer atleta de la historia en ganar la «triple-triple»: es decir, medalla de oro en 100 metros, 200 metros y relevo de 4×100 en tres Juegos Olímpicos consecutivos. «Si logro la ‘triple-triple’, seré el más grande de todos«, anuncia. Colin Jackson asiente: «Creo que este hombre es más que capaz. Si logra hacerlo, puede caminar con orgullo al lado de los más grandes como Muhammad Ali. Él puede marcar a muchas generaciones que vendrán y trascender las fronteras del deporte mismo».
En otra zona de la ciudad, y bajo el aliento de más de 30 mil personas, decenas de adolescentes corren por inscribir su nombre en la historia de los «Champs». A un costado de la platea principal, el pequeño Christopher Seaton salta y hace sonar una vuvuzela cada vez que un sprinter de Calabar cruza victorioso la meta. Christopher tiene recién once años, entrena a diario en su colegio y asegura que ya les gana a todos sus compañeros. «Cuando grande, me gustaría ser como Usain», dice. «Él es una gran inspiración. Nos dio confianza a todos».