El músico y novelista estadounidense rememora las historias que marcaron al club neoyorquino CBGB y teoriza sobre por qué el legado de estas bandas sigue vigente cuarenta años después. Guillermo Tupper.
(Artículo publicado en el Cuerpo Vidactual del diario El Mercurio. Abril del 2016)
Corría 1974 cuando Richard Lester Meyers (66) —más conocido por el seudónimo de Richard Hell— tuvo una idea: lograr que Television —la banda que había formado con su amigo Tom Verlaine— tuviese una residencia permanente en un club de Nueva York. Así fue como vieron un aviso de un antiguo bar ubicado en el Bowery y que había sido reinaugurado como un salón para albergar conciertos. ¿Su nombre? CBGB. “La ciudad era pobre, todos los negocios luchaban por sobrevivir y este bar estaba en una locación que nadie asociaba con el éxito”, cuenta Hell, al teléfono para “El Mercurio”. “El Bowery era la calle donde encontrabas los antros de peor reputación. Y este era el lugar donde los Hells Angels iban a pasar el rato”.
Tras recibir la autorización de Hilly Kristal, el dueño del local, Television hizo su primer concierto en la primavera de 1974. Y la publicidad llegó casi de inmediato: los buscadores de tendencias se aparecieron por el CBGB para descifrar qué tenía de especial este lugar oscuro, maloliente y sucio ubicado en los barrios bajos de la ciudad. “Ninguna de las bandas que tocaba ahí se parecía al resto de los grupos de Nueva York”, apunta Hell. “Nosotros éramos la única banda con pelo corto. Vestíamos ropas rotas y, cuando yo estaba en el grupo, tocábamos de manera muy agresiva”.
Ese puntapié inicial bastó para que otras bandas arribaran al club con el anhelo de tener una base de seguidores. Así fue como, en agosto de 1974, unos tales Ramones dieron su primer concierto en el CBGB; en 1975 fue el turno de Patti Smith Group, Talking Heads y una de las primeras formaciones de Blondie. Así se forjó la cuna del punk neoyorquino. “Una cosa muy útil es que el bar tenía un buen sistema de sonido. Algunos tocábamos demasiado fuerte”, dice Hell. “Al final, cuando Television pudo grabar en un estudio, ya no sonaba así. Tom (Verlaine) no estaba interesado en hacer la música que a mí me atraía, que era mucho más áspera. Él quería algo más refinado”.
A pesar de su trayectoria breve y accidentada, Hell fue un personaje clave para consolidar el discurso y la estética punk de la Gran Manzana. En cuestión de un año, abandonó Television por diferencias creativas con Verlaine, militó en los caóticos The Heartbreakers, una agrupación donde compartía créditos con ex integrantes de los New York Dolls, y luego formó Richard Hell and the Voidoids, su proyecto más estable. Con estos últimos lanzó “Blank generation” (1977), cuyo single homónimo se convirtió en uno de los himnos nihilistas de aquella era.
Sin embargo, su apariencia física también creó escuela. Mucho antes que un tal Johnny Rotten apareciera en escena, Hell asegura haber sido el primer cantante en tener los pelos de punta y vestir poleras ajadas, las que, a menudo, sujetaba con alfileres de gancho. Un promotor británico llamado Malcom McLaren vio el futuro en él y tomó nota: con el look y actitud de Hell como fuente de inspiración, llevó la revolución del punk a Gran Bretaña y creó a los Sex Pistols.
“Hay muchos lugares y libros donde él (McLaren) admite eso. El vio y tomó prestado lo que yo hacía, lo llevó de vuelta a Inglaterra y creó una banda para usar estas ideas”, señala. “No creo que ambas escenas sean comparables, porque eran muy distintas. En Nueva York había mucha más variedad: todas las bandas que tocaban en el CBGB sonaban muy diferentes unas de otras. En Londres, todo explotó a partir de los Sex Pistols y los grupos que vinieron después estaban, en mayor o menor medida, inspirados en ellos. Los Pistols eran locamente excitantes y brillantes. Si bien ambas escenas eran muy diferentes, tenían ciertos valores en común”.
—¿Qué opinaba del concepto ‘punk’?
“No me importaba. Es inevitable que una nueva generación de ideas tenga una cierta descripción asociada a ellos. Hay muchas cosas dolorosas que la gente asocia al ser ‘punk’: sí, hay mucha rabia, agresión y simpleza. Pero, en mi cabeza, se trataba de una intención común donde todos estábamos hartos de los clichés y de lo aburrida que se había puesto la música pop en aquella época. Nosotros la rechazábamos y estábamos asqueados de ella. Para mí, la intención común era traer la vida real de vuelta al rock and roll. Hablar de la vida tal como la vivíamos, en vez de crear éxitos bajo una fórmula comercial”.
“Dee Dee Ramone era como Jessica Simpson”
Richard Hell tenía cinco años cuando escuchó la primera canción rock de su vida. Estaba solo, en el patio de su casa, y por la radio sonó “Hound dog” de Elvis Presley. “Lo que más recuerdo es estar completamente desconcertado por la letra. ¿Por qué una persona llamaría a otra un ‘perro de caza que lloraba todo el tiempo’? No podía imaginarlo”, cuenta, entre risas. “Lo que más distinguía al área en la cual crecí (Lexington, Kentucky) era la falta de distinción. Eran suburbios americanos genéricos de los 50. El rock me dio lo que mejor puede brindarte cuando eres un niño: un terreno común con otros niños, una especie de nuevo sistema que era exclusivo para nosotros”.
En su adolescencia, y durante varios años, la colección de discos de Hell solo incluía tres álbumes: “The Rolling Stones, Now!”, “Bringing it all back home” de Bob Dylan y la edición americana de “Kinks-Size” de The Kinks. Contrario a las reglas y la autoridad, abandonó el colegio en tercero medio. En ese último año, fue compañero de clase de Tom Miller —luego, conocido como Tom Verlaine— y se transformó en su mejor amigo. “Un día nos escapamos pero no nos resultó. Después de un par de semanas en la carretera, nos arrestaron y enviaron de regreso a casa”, relata. “En 1966 viajé a Nueva York, un lugar que, para mí, representaba el mayor estímulo”.
A diferencia de Verlaine, la primera meta de Hell era ser un poeta. Pero, al poco andar, terminó desilusionado del circuito de los escritores underground. “Estos poetas serios pertenecían al establishment de la academia del que yo nunca sería parte”, señala. “Yo no tocaba ningún instrumento y formar una banda de rock como las que veías por televisión era una idea inconcebible, casi como aspirar a ser presidente. Pero yo quería ser parte de un mundo más grande que el de los poetas. Y, en ese momento, el gran ejemplo en la ciudad eran los New York Dolls. Ellos eran la muestra de que, si tomabas la iniciativa, podías formar una banda interesante sin ser un virtuoso. Y eso fue inspirador”.
—Uno de sus mejores amigos y colaboradores fue Dee Dee Ramone. ¿Qué recuerdos tiene de él?
“Fuimos muy amigos entre 1975 y 76. Él era muy dulce y tenía un tipo de personalidad equivalente al de la clásica rubia tonta de las películas, como Marilyn Monroe o Jessica Simpson. Era una explosión y resultaba muy divertido estar con él. Pero terminó hecho un desastre. Alguien me envió extractos del libro que escribió durante sus últimos años de vida y me pusieron muy triste. No tienen honor o integridad y ni siquiera son divertidos; solo son terribles. Pero era un gran compositor: él escribió la mayor parte del mejor material de los Ramones”.
“Íbamos a cambiar el curso de la historia”
Tras su alejamiento de la música, Hell retomó la escritura para convertirse en novelista. En las últimas dos décadas, ha publicado libros de poesía, ensayos y novelas, varias de las cuales están inspiradas en sus propias experiencias de vida. En su última entrega, “Soñé que era un vagabundo muy limpio: Una autobiografía” (2013), rememora, sin remordimientos, su lucha contra las drogas y una larga lista de conquistas en sus años punk: desde groupies de los Rolling Stones hasta la malograda Nancy Spungen.
“Las bandas de rock hacen uno, quizás dos discos buenos. Desde mi punto de vista, esto aplica para el 99% de ellas. A menudo lees sus historias sobre estar hechas polvo, pasar mucha hambre y tener todo tipo de inhibiciones. Y es muy duro mantener eso. El punk es, probablemente, un ejemplo extremo de eso. Hay excepciones ocasionales, pero, en casi cualquier banda que puedas mencionar, su primer álbum fue lo mejor que hicieron”.
—Cuando vio a tanto joven londinense imitando su look, ¿pensó que el punk se iba a convertir en una moda pasajera?
“No. Siempre pensé, desde 1974, que lo que estábamos haciendo iba a cambiar el curso de la historia. Estaba muy confiado en aquello. Dos años después, cuando emergieron los Sex Pistols en Londres, se volvió aún más obvio, porque ellos fueron un éxito gigantesco. Sus singles principales (“Anarchy in the UK”, “God save the queen”) estaban en los diarios todos los días. Era claro que lo que estábamos haciendo iba a ser muy influyente e iba a significar mucho para un montón de personas. En ese momento, no sabía que iba a tener la longevidad que ha tenido. Hoy, cuarenta años después, es algo que la gente todavía comenta con excitación. El punk se volvió un equivalente a la generación beat por la envergadura y profundidad de su efecto en la sociedad y cultura de muchos países. A veces, todavía me sorprende”.