Publicada por primera vez en 1967, esta odisea espacial tiene sorprendentes paralelos con la popular saga creada por George Lucas, que nació una década más tarde. «Hubiésemos apreciado que él nos contactara y dijera ‘gracias’. Pero nunca lo hizo», señala su dibujante, Jean-Claude Mézières. Guillermo Tupper.
(Artículo publicado en el Cuerpo Vidactual de El Mercurio. Enero del 2016)
En 1977, el artista y dibujante francés Jean-Claude Mézières (77) fue al cine para ver una nueva película de ciencia ficción llamada «Star Wars«. Y, a medida que avanzaba el filme, se dio cuenta que el diseño y concepto le resultaban muy familiares. «Pensé: ‘esto se parece mucho a lo que yo estaba dibujando'», recuerda a «El Mercurio«. «Pero no fue algo chocante porque, película tras película, robaban y tomaban prestadas cosas de mi trabajo».
Aunque su nombre pueda resultar desconocido para muchos, Mézières es toda una referencia en el mundo del cómic europeo. En 1967, junto al guionista Pierre Christin, publicaron el primer número de «Valérian y Laureline» —o «Valérian«, a secas—, un cómic que narra las aventuras de dos agentes que viajan a través del espacio-tiempo para neutralizar posibles amenazas y paradojas temporales. Nacido bajo el alero de la revista francesa «Pilote«, y a partir de 1970 publicado en formato álbum, el cómic se ha mantenido vigente por más de cuatro décadas y su influencia es visible en películas como «El quinto elemento» (1997) de Luc Besson, donde el propio Mézières diseñó la Nueva York futurista con taxis voladores.
El 2017, el cómic galo llegará por primera vez a la pantalla grande. Dirigida por el propio Besson, «Valérian and the City of a Thousand Planets» toma como referencia el guión de «El embajador de las sombras«, un volumen editado en 1975, y contará con estrellas como Cara Delevingne, Clive Owen y Rihanna en su elenco. Es muy posible que su estreno reanude una vieja discusión entre los fanáticos de la ciencia ficción: la supuesta influencia que tuvo «Valérian» en «Star Wars», cuya estética tiene más de un punto en común con los innovadores diseños de Mézières. Si bien George Lucas ha citado múltiples fuentes que inspiraron el imaginario del filme—desde Akira Kurosawa hasta Flash Gordon— nunca mencionó a «Valérian» entre ellas.
Para salir de la duda, Mézières le escribió dos veces a Lucas. La primera carta fue en 1982, poco antes del estreno de «El regreso del Jedi«. La segunda fue en 1994, cuando el dibujante francés ya trabajaba junto a Besson. «Le expliqué lo que estaba haciendo y le dije ‘creo que tenemos atmósferas muy cercanas’. Quizás podría ayudarte con mis dibujos», dice. «El 82 le envié la primera traducción de ‘El embajador de las sombras’, porque Dargaud (la editorial detrás de ‘Valérian’) trataba de conquistar América. No tuve respuesta. Nada. Ni siquiera una carta de retorno».
— Uno de los elementos comunes es el bikini dorado que ocupan la Princesa Leia y Laureline. ¿No cree que son coincidencias propias de dos historias que transcurren en el espacio?
«Esos estúpidos tipos en internet dicen ‘Mézières no creó el bikini dorado, hubo bikinis dorados antes’. ¡Sí, por supuesto! Pero, cuando tú ves que Laureline, con su bikini dorado, estaba peleando sobre la cubierta superior de un buque volador arriba del desierto y ves a la Princesa Leia haciendo exactamente lo mismo (en ‘El regreso del Jedi‘), eso significa que alguien pensó ‘esto es una buena idea’. Eso es todo lo que quiero decir. Ellos vieron esas cosas y dijeron ‘ok, es un tipo francés y pffff (hace un sonido como de ‘¿a quién le va a importar?’)’. Y eso fue lo que hicieron. ¿Quién decidió eso? No lo sé».
Un ilustrador en el Lejano Oeste
Cuando era niño, Mézières descubrió el dibujo a través de su hermano mayor, quien lo aventajaba por siete años y era un amante de los cómics franceses. Sus primeros bocetos los hizo imitando los personajes de la tira que Albert Uderzo —el ilustrador de «Astérix«— tenía en «OK Magazine«. «Cuando tenía trece años, empecé a ser publicado en una desconocida revista de la Iglesia Católica», recuerda. «En ese tiempo, había dos tipos de cómic en Francia: los emitidos por la Iglesia Católica y los publicados por el Partido Comunista. ¡Ambos tenían excelentes artistas e historias! No era mucho lo que me pagaban, pero recibir un pequeño cheque a esa edad era una gran recompensa».
Tras cumplir un servicio militar de dos años y medio en Algeria, Mézières decidió viajar a Estados Unidos en búsqueda de aventuras. Obsesionado desde pequeño con el Lejano Oeste, recorrió el país de punta a punta, haciendo dedo y con muy poco dinero en el bolsillo. Después de conseguir trabajos precarios en localidades como Montana, Arizona y Wyoming, llegó en pleno invierno a Salt Lake City (Utah), donde su viejo amigo Pierre Christin hacía clases de literatura francesa en la universidad. «Nos conocimos en el bombardeo aéreo de la Segunda Guerra Mundial«, dice. «Yo no tenía plata para mi ticket de regreso a Francia. Y él me dijo: ‘¿por qué no te pones a hacer cómics?’. Y empezamos a trabajar juntos».
Inspirados en su gusto por los libros estadounidenses de ciencia ficción, Mézières y Christin se dieron cuenta que este era un territorio poco explorado en el cómic francés. Y así dieron con «Valérian», una historieta que fue acogida por René Goscinny, guionista de «Astérix» y editor de «Pilote». La inclusión de una heroína como Laureline causó un gran impacto en los lectores. «Ella era bonita, ingeniosa y rebelde. Laureline fue un nombre creado por Pierre y hoy pertenece a muchas chicas modernas de los 2000 en Francia», asegura Mézières. «Nosotros vivimos la evolución del movimiento feminista de los 60 y eso era algo que estaba en el aire, sobre todo, en los Estados Unidos».
—¿Por qué «Valérian» nunca impactó al otro lado del Atlántico?
«Porque, hasta muy recientemente, a los estadounidenses no les gustaba el cómic. Antes podías hacer unas pinturas de porquería y eras un artista. Pero, si dibujabas cómics, (decían) ‘oh, eso es para niños estúpidos’. No es que fuese rechazado en Estados Unidos, sino que tenía que estar en el lugar derecho de la página 12 de cada diario, como una tira que reflejara la sociedad y cosas como ésas. Si querías contar una historia, no había libros y la impresión de las revistas era muy barata. Hoy pareciera que, con la presión de las publicaciones y películas europeas, los artistas estadounidenses empezaron a hacer novelas gráficas».
Las escenas de la discordia
En su sitio oficial, Mézières incluye una selección de seis imágenes como prueba de las similitudes entre «Valérian» y «Star Wars». Por ejemplo, en «El imperio de los mil planetas» (1971), Valérian es «congelado» en una cápsula, una escena muy similar a la de Han Solo y la carbonita en «El imperio contraataca» (1980). En ese mismo cómic, un villano parecido a Darth Vader se saca su máscara y muestra su cabeza calva y llena de cicatrices, tal como el propio Vader cuando se enfrenta a Luke Skywalker. También el autor establece un paralelo entre el diseño de la nave de Valérian y Laureline y el «Halcón milenario«, el carguero piloteado por Solo y Chewbacca.
En la web, circula una teoría que explicaría estas «coincidencias»: varios de los diseñadores originales de «Star Wars» eran franceses y tenían colecciones de «Valérian» en sus casas. «Alguien dijo eso. ¿Quién fue? No tengo la menor idea», afirma Mézières. «Hasta donde yo sé, no conozco a ningún artista francés que haya trabajado en la primera ‘Star Wars’. Eso es solo gossip de internet».
En 1983, el ilustrador tuvo un pequeño «desquite», cuando «Pilote» le encargó ilustrar un artículo de ocho páginas sobre cine, «Star Wars» y libros de cómic. Como no estaba interesado en hacer un homenaje tradicional, Mézières ideó una escena donde Skywalker y la Princesa Leia se encuentran con Valérian y Laureline en una cantina llena de extrañas criaturas del espacio, tal como las que aparecen en ambas series. «Qué curioso verlos por aquí», dice Leia. «Oh, nosotros venimos a este bar desde hace mucho tiempo», responde Laureline.
—¿Siente que su cómic fue víctima de plagio?
» Yo no veo plagio. Esta es solo una propuesta para mis lectores y todo el mundo puede verla a través de internet. Yo lo llamaría ‘un encuentro de préstamos’. Pero, cuando tú tomas prestado algo, puedes decir ‘gracias’. Con mi amigo, Pierre Christin, hubiésemos apreciado que George Lucas nos contactara y dijera ‘gracias’. Pero nunca lo hizo».