Dos muestras en Las Condes exhiben la obra de la niñera que logró un reconocimiento póstumo como una de las mejores fotógrafas urbanas del siglo XX. En esta entrevista, John Maloof, el joven investigador que halló sus negativos, habla del misterio en torno a una artista que dejó demasiadas preguntas sin responder. Guillermo Tupper.
(Artículo publicado en el cuerpo Vidactual de El Mercurio. Octubre del 2015)
Crédito fotos: Vivian Maier Maloof Collection, Courtesy Howard Greenberg Gallery, New York
En el invierno del 2007 John Maloof era un agente de bienes raíces que buscaba fotografías para un libro histórico de su autoría. Así fue como adquirió una caja llena de negativos por 380 dólares en una casa de subastas de Chicago. La autora de las imágenes era una tal Vivian Maier pero cuando Maloof buscó su nombre en Google no encontró nada. Esa misma noche, miró algunas de las fotos en su casa: eran buenas, pero no le servían para el libro. Y decidió guardarlas en su armario, mientras resolvía qué hacer con todo ese archivo.
“Me tomó un tiempo muy largo, tal vez un año o más, tener material suficiente escaneado para entender su trabajo”, cuenta Maloof a “El Mercurio”. “Descubrí una o dos imágenes buenas, escaneé algunas más, y luego descubrí más y más. En algún momento me di cuenta de que, potencialmente, aquí había un buen trabajo y que tenía una importancia histórica. Lo subí a internet y ahí es cuando se viralizó y tomó un curso propio. No tuve que hacer mucho trabajo, simplemente la cosa despegó”.
Decidido a reconstruir su obra completa, Maloof adquirió más negativos de Maier que estaban en manos de otros coleccionistas. Y así comenzó un trabajo de detectives para descubrir quién era la persona detrás del lente. El resultado fue “Finding Vivian Maier” (2013), un filme co-dirigido por Charlie Siskel y el propio Maloof y nominado a los Oscar en la categoría de “Mejor documental”. El misterio en torno a la vida de la artista era tan fascinante como su obra: nacida en Nueva York, Maier se instaló en Chicago en 1956, donde se desempeñó como niñera por más de cuatro décadas. Con una cámara Rolleiflex siempre colgada al cuello, tomó obsesivamente fotografías en la calle, las que nunca mostró a nadie. Además, ninguno de sus empleadores le conoció vida amorosa, hijos o familia hasta su muerte el año 2009.
El 16 de octubre, la Municipalidad de Las Condes, Fundación Itaú y la Corporación Cultural de Las Condes, gracias a la gestión de Verónica Besnier y Luis Weinstein, inauguraron “Vivian Maier: la fotógrafa revelada”, una exposición de 107 fotografías de la franco-estadounidense y que estará abierta al público hasta el próximo 13 de diciembre. Esta muestra se presenta en paralelo en el Centro Cultural Las Condes y Espacio ArteAbierto y resume las bondades de Maier con la cámara: con un ojo sensible que puso énfasis en las personas más solitarias y desposeídas, la niñera retrató con lucidez la vida cotidiana en los espacios públicos.
El interés masivo por la obra de Maier contrasta con lo que ocurrió en los albores de su descubrimiento. Cuando Maloof escribió a instituciones como el MoMA y el Tate Modern para solicitar ayuda en la organización y escaneado del material, solo recibió respuestas negativas. Su archivo incluía 100 mil negativos, 2 mil rollos de película en blanco y negro y otros 700 en color sin revelar. “Puedo entender el porqué. Ellos (los museos) quieren el trabajo del artista como el artista se interpreta a sí mismo. Ellos no quieren mi interpretación sobre el trabajo de un artista que ya no está aquí”, dice. “Hay un montón de preguntas, y estoy seguro de que ellos las tuvieron, que no podían responder”.
—¿Se siente un poco culpable de ganar dinero con el trabajo de alguien que nunca quiso mostrarlo al público?
“Oh, seguro. El tema es que no hay ninguna forma de que el mundo disfrute de su trabajo si no vendemos impresiones de sus fotografías. No hay forma. Los primeros tres años de trabajo con este archivo me costaron, personalmente, 150 mil dólares. No hicimos nada de dinero en esos años. Todavía tengo rollos de película que revelar y es extremadamente caro procesar, escanear, catalogar y, después, editar e imprimir”.
La mujer de la cámara
En su investigación, Maloof dio con el paradero de 90 personas que conocieron a Maier. Entrevistó a 45 de ellos con cámara pero solo una docena fueron incluidos en el documental. Hoy dice que aprendió mucho más de ella de lo que finalmente pudo mostrar en el filme, porque, de lo contrario, este hubiese sido inabarcable. “Siempre habrá una suerte de misterio en torno a ella porque hay preguntas que nunca serán respondidas”, dice. “¿Por qué nunca mostró su trabajo? ¿Qué fue lo que ocurrió cuando era joven? ¿Por qué ella no destruyó su obra si no quería que fuese vista?”.
En sus viajes a lo largo del mundo, Chile fue uno de los destinos inmortalizados por el lente de Maier. En 1957, visitó nuestro país en medio de un extenso tour por Latinoamérica. “Hay muchas fotos de sus viajes y, definitivamente, visitó Chile. Pero te mentiría si te digo que recuerdo bien esas imágenes”, dice Maloof. “Yo creo que ella nunca exhibió sus fotografías porque no tenía amigos cercanos a quien mostrárselas. Ella era muy protectora de su obra y solo se la mostró a una o dos personas, pero ni siquiera lo que consideraríamos como su mejor trabajo. No creo que ella tuviese las capacidades de exponerla a los juicios y las críticas de la gente. Como persona, eso hubiese sido muy difícil para ella”.
Definida por sus antiguos empleadores como “excéntrica” y “misteriosa”, la niñera también tenía un lado oscuro. En su investigación, Maloof dio con un par de testimonios que la acusaron de maltrato. “No estoy seguro del grado ni de cuán lejos fueron esos abusos, ni tampoco de que sean veraces. Pero me hizo pensar un poco y considerar que era una persona imperfecta, igual que todos ”, afirma. “Creo que Vivian fue afectada por un gran trauma cuando era niña. No sé lo que fue, pero algo pasó que la traumatizó y turbó en su forma de ser. Eso la afectó por el resto de su vida”.
—Ella nunca tuvo pretensiones de validarse frente al resto. ¿Crees que este es un mensaje poderoso en la era de las redes sociales?
“Es un mensaje potente, pero no creo que alguien en la era de las redes sociales le tome el peso. Ahora todo es compartido y no creo que muchas personas encuentren una razón o incentivo para contener su trabajo. Creo que Vivian estaría aparte de toda la cultura del sharing. Cuando ella nació, en 1926, la fotografía ni siquiera era considerada un arte. Hoy existe un gran potencial para que los buenos artistas puedan compartir su obra y sean reconocidos de forma más fácil. El tema es que Vivian no hizo esto para decirle a alguien ‘esto es lo que vi. ¿Soy importante?’. Me refiero a esa validación que todo el mundo busca con ‘likes’ en internet cuando escriben ‘esto es lo que vi, esto es lo que estoy haciendo, aquí están mis nuevas cosas’. Vivian no tenía esa necesidad, no le importaba y eso es un principio que mucha gente ya no tiene más”.
¿Quién es el dueño de las fotos?
A pesar de que fue contactado para ser uno de los entrevistados, John Maloof declinó participar en “El misterio de Vivian Maier”, otro documental sobre la fotógrafa realizado por la BBC. “Es una buena pieza, pero no es una película”, argumenta. “Nosotros teníamos una historia con dos storylines: una con mi descubrimiento y trabajo de detective para descubrir quién era Vivian Maier y la otra referente a ella y su arte. Teníamos todo el archivo y escribimos un guión para que ambas historias fueran juntas. Nos tomó cuatro años hacer nuestra propia película y, seis meses antes de que termináramos, llegó la BBC para tratar de sacar algo. No tenía ningún sentido participar”.
Además de Maloof, el otro gran protector de la obra de Maier es Jeffrey Goldstein, un coleccionista de arte que, hace poco, anunció la venta de 17.500 negativos de la artista a una galería en Toronto. Ambos han tenido significativas ganancias gracias su descubrimiento: además del documental y la venta de impresiones, el propio Maloof ha editado varios libros con la obra de la neoyorquina. Esto llamó la atención de David Deal, un fotógrafo de Virginia y estudiante de leyes, quien cuestionó el derecho de ambos a reproducir y profitar del legado de la fotógrafa. Deal halló a un primo de Maier en Francia (¿su legítimo heredero?) y el caso amenaza con suspender la exhibición de la obra de Maier por problemas de derechos de autor.
Maloof se defiende: “El 2010 llamé a la oficina de derechos de autor en Washington y ellos me dijeron ‘los derechos de autor los tiene el familiar más cercano’. Contraté a un genealogista en Estados Unidos, rastreamos por todo el país si es que había un pariente que estuviese vivo, y después hicimos lo propio en Francia”, relata. “La persona más cercana que encontramos fue un tipo llamado Francis Baille. Sin embargo, sus padres no estaban casados cuando él nació y, según la ley francesa, eso hacía que no calificara. Buscamos a la siguiente persona disponible, la encontramos y llegamos a un arreglo por los derechos de autor. Teníamos todo listo y, súbitamente, David Deal aparece y abre el caso en una corte de Illinois. Él demanda que el heredero, que es la persona que yo ya había encontrado y dejamos pasar porque nació fuera del matrimonio, era el próximo en la fila. La tarea principal ahora mismo es llegar a un acuerdo”.
A pesar del litigio, el investigador reconoce que su vida tuvo un vuelco total con el documental. Inspirado en la figura de Maier, inició su propia faceta como artista y fotógrafo. “Cuando descubrí sus negativos, yo no sabía nada acerca de la fotografía”, señala. “Su trabajo me inspiró a observar mi ciudad, que es Chicago, y documentarla con fotografías en una forma histórica”.
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