Las lecciones que dejó Rock in Rio

El megafestival brasileño celebró su trigésimo aniversario con una edición que confirmó el éxito de su fórmula: convocar a niños y adultos en torno a un parque temático musical. Guillermo Tupper.

(Artículo publicado en el cuerpo Vidactual de El Mercurio. Octubre del 2015)

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Es viernes 25 de septiembre y la sexta edición de “Rock in Rio” en Brasil aguarda por una de sus jornadas más rockeras. Son las 3 de la tarde y una multitud de veinteañeros con poleras y máscaras de Slipknot —una de las bandas estelares de la noche, junto a Faith No More y Mastodon— camina en dirección a la “Ciudad del Rock”, la urbe de 150 mil metros cuadrados ubicada en la zona de Barra da Tijuca. A esa hora, los primeros gritos de adrenalina no vienen de los escenarios principales, sino del Xtreme, un juego similar al “Evolution” de Fantasilandia y no apto para estómagos débiles, donde la gente se sube a plataformas que giran en 360 grados.

Más que un festival, “Rock in Rio” es un enorme parque de diversiones que tiene a la música como su eje temático. Al mismo tiempo que el grupo finlandés Nightwish toca en el escenario Sunset, el resto del público se dispersa entre juegos, discotecas y bares de distintas marcas. Entre ellos, una rueda panorámica de 36 metros de altura, una casa del terror que anuncia una nueva entrega de la saga “Actividad Paranormal”, una montaña rusa que recibe a 1.500 visitantes por hora y un kararocker donde un adolescente canta a todo pulmón “Black” de Pearl Jam. En uno de los bares, una pareja se casa al ritmo de la canción de “Star Wars”, interpretada en vivo por una pequeña orquesta.

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La atracción principal se ubica justo al frente del escenario principal: la tirolesa Heineken, un cable de más de 200 metros y que cruza la explanada de punta a punta, al estilo canopy. Aquí la gente se puede lanzar mientras Faith No More toca “Epic” o ver desde lo alto los enormes mosh pits causados por Slipknot. La cerveza de origen holandés también apuesta por la interacción de los artistas con el público: a través del hashtag #HeinekenPlay, los usuarios de Twitter pueden pedir una canción al headliner de cada noche y, las tres más votadas, son incluidas en la lista de canciones final.

“Esta edición era muy especial porque celebramos treinta años del festival en el país donde nació. Había una atmósfera de emoción muy fuerte , en especial, durante el primer fin de semana, donde tuvimos a artistas que estuvieron presentes en la primera versión, la que se transformó en un ícono para toda una generación de brasileños que buscaba la libertad después de tantos años de régimen militar”, dice Roberta Medina, hija del creador del evento y vicepresidenta ejecutiva del festival. “Vimos a un montón de gente que estuvo en 1985 y regresó para esta edición del 2015. Sobre todo en los primeros días, cuando tuvimos a Queen y Rod Stewart”.

Si bien las 595 mil entradas dispuestas para los siete días de música se agotaron con varios días de anticipación, el cartel de este año recibió varias críticas por la poca novedad de sus artistas. De hecho, la mayoría de los cabezas de cartel (desde Rihanna hasta Elton John) ya habían dicho presente en versiones anteriores. “No puedo responderte con mi opinión, sino con la de la audiencia: primero, agotamos todos los tickets. Y, segundo, hicimos un estudio donde la evaluación del público sobre los actos principales fue de 9,4, en una escala de 0 a 10“, dice Medina. “Ese porcentaje fue, incluso, más alto que el de la edición previa”.

Un festival para la familia

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Con una parrilla de artistas donde predominan los nombres consagrados, el abanico estilístico de “Rock in Rio” es cada vez más amplio y va desde el rock más duro (Slipknot, Metallica, System of a Down) hasta el pop de masas (Rihanna, Katy Perry, Sam Smith). Con siete jornadas repartidas en dos semanas, la “Ciudad del Rock” tiene dos escenarios principales, la “Rock street” —una calle de 160 metros donde se presentan artistas locales— y un escenario electrónico. Más que una instancia para paladares musicales finos, o para sorprenderse con caras nuevas, el festival es un ritual para que el público brasileño pase un buen rato con varios de los productos musicales más codiciados de distintas épocas.

“Si echas un vistazo a quien creó ‘Rock in Rio’, él no era un promotor de la música, sino un hombre de la publicidad. Él quería crear algo que fuese único para alguien que no fuese el público tradicional de los festivales”, dice Roberta Medina acerca de Roberto, su padre, el ideólogo del evento carioca en 1985. “En un contexto donde Brasil no recibía a grandes nombres de la música, era un gran desafío, y muy caro, tener un lugar con buena infraestructura que incluyera baños, centros de shopping y patios de comida. Para ser capaces de entregar lo que él soñaba fue muy necesario vender la idea a patrocinadores. ‘Rock in Rio’ existe solo porque tenemos marcas que invierten en esto”.

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Según Medina, esta visión se reforzó en “Rock in Rio” 2001, cuando el festival recibió a Guns N’Roses, Neil Young, Oasis y Beck, entre otros, en su tercera edición en Brasil. Ese verano también estuvieron Britney Spears y ‘N Sync, lo que consolidó su apertura a un público más adolescente. “El 2001, cuando vimos esa cantidad de niños, decidimos acogerlos e integrarlos como audiencia”, recuerda Medina. “La ‘Ciudad del Rock’ es un parque temático de la música y eso atrae a un público que no iría a un festival tradicional sin la infraestructura que les entregamos. El 75% de la gente que va a ‘Rock in Rio’ tiene entre 15 y 50 años. Es totalmente diferente a un festival convencional”.

¿Qué ideas de ‘Rock in Rio’ podrían importarse a los festivales locales? Gonzalo Matamala (26, arquitecto) asistió al último megaevento carioca y quedó sorprendido con su nivel de instalaciones. “Las actividades que tiene ‘Rock in Rio’ para el público en general es algo que aún no llega tanto a los festivales nacionales”, apunta. “En Chile, lo más grande es Lollapalooza, donde hay una gran variedad de artistas y es para todo público. Eso me gusta harto. En cambio, ‘Rock in Rio’ está enfocado a cierto público: un día es más popero y, en otros más rockero, y les da más importancia a los artistas grandes”.

Nicolás Espinosa (26, también arquitecto) ha ido a las cinco versiones de Lollapalooza en Chile y este año fue invitado a “Rock in Rio”. “Lo que más me gustó fue la diversidad de cosas que puedes hacer en el festival como los juegos, la tirolesa y los mismos shows”, dice. “Otra cosa que me agradó es que los horarios no se topan entre los platos fuertes. Eso sí, me pareció que Lollapalooza es mejor en la disposición de los escenarios y, además, tiene una diversidad mayor de bandas”.

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