“Sunny Afternoon” y “Beautiful”: los dos musicales que cautivan en Londres

Un musical que recrea más de 30 canciones de The Kinks y otro que recorre los primeros años de Carole King son dos de las mayores atracciones en la cartelera inglesa. Guillermo Tupper, desde Londres.

(Artículo publicado en el Cuerpo C de El Mercurio. Mayo del 2015).

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Uno de los momentos más emotivos de “Sunny Afternoon” —el musical de The Kinks, actualmente en exhibición en el Teatro Harold Pinter de Londres— ocurre en la segunda mitad de la obra. En medio de una gira por Estados Unidos, Ray Davies —el líder de la banda, interpretado por el actor John Dagleish— se siente solo y perdido. En ese momento, toma el teléfono y le canta “Sitting in my hotel” —una canción de The Kinks de 1972— a su joven esposa, quien permanece en su casa del norte de Londres. Esta vez no hay necesidad de diálogos, porque la letra de la canción habla por sí sola. “Si mis amigos me vieran ahora, conduciendo igual que una estrella de cine (…), ellos se reirían. Todos estarían diciendo que ése, en realidad, no soy yo. Se estarían preguntando quién estoy tratando de ser”.

Al otro lado de la línea, Rasa —su primera esposa, personificada por la actriz Lillie Flynn— responde con “I go to sleep”, la balada que Davies grabó en 1964. Y tampoco es necesario recurrir a una conversación. El tono lastimero y la cualidad narrativa de las canciones permiten que estas funcionen como el mejor guión de la historia. “Cuando miro desde mi almohada, sueño que estás ahí conmigo. Aunque estás lejos, sé que siempre estarás cerca de mí”.

El profundo estado de melancolía en el cual cayó el cantante mientras giraba por Norteamérica es un capítulo más dentro de la atípica historia de The Kinks. Su historia ya ha sido ampliamente documentada: lejos de alcanzar las cotas de popularidad de The Beatles y The Rolling Stones, la banda fue en dirección contraria a las modas que dictaban los tiempos. En plena efervescencia de los Swinging Sixties, Ray Davies surgió como una voz llena de sombras que retrataba las peculiaridades de la sociedad inglesa y el riff de guitarra de su hermano Dave en “You really got me” puso la primera piedra del heavy metal. Suficiente para inspirar a bandas tan disímiles como Blur y Van Halen.

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Sin embargo, la historia de los Kinks también es la de una familia disfuncional. Esto incluyó violentas peleas entre sus integrantes, managers inescrupulosos y una insólita prohibición para entrar a Estados Unidos por problemas de disciplina sindical. Esos son algunos de los episodios que cruzan “Sunny Afternoon”, el musical basado en el libreto de Joe Penhall y que contó con la asesoría del propio Ray Davies. Estrenado en mayo del año pasado, el musical ganó el premio Laurence Olivier en la categoría de “Mejor musical nuevo”.

En dos horas y media, “Sunny Afternoon” repasa los primeros años de la banda y su hilo conductor son las 31 canciones interpretadas por el propio elenco. Si bien la historia revela tristes episodios familiares —por ejemplo, la muerte de Irene, hermana mayor de los Davies, justo el día en que Ray cumplía 13 años— y la volátil relación entre los hermanos, su fuerte es la producción del director Edward Hall. El punto alto es la versión de la canción que le da el nombre al musical y que el guionista vincula con la euforia del triunfo de Inglaterra en la Copa del Mundo de 1966. Con una puesta en escena exuberante, la magia de “Sunny Afternoon” se sostiene en el cancionero de The Kinks, único y atemporal.

Una mujer natural

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Antes de alcanzar el estatus de súperestrella con su disco “Tapestry” (1971), Carole King era una prodigiosa pianista y compositora que entregaba sus canciones a otros artistas. Junto a su esposo, Gerry Goffin, formaban un tándem de excepción en la afamada fábrica de hits The Brill Building —ella componía, él escribía las letras— y así firmaron éxitos como “The Locomotion” de Little Eva, “Up on the roof” de The Drifters y “Will you love me tomorrow” de The Shirelles, entre muchos otros.

En una época de divas, King era una tímida chica de Brooklyn que parecía destinada a hacer hits de tres minutos por encargo. Hasta que, a finales de los 60, conoció a James Taylor, quien la envalentonó a lanzarse como solista. El resultado fue “Tapestry”, uno de los discos más vendidos y exitosos de su era, el mismo que ganó cuatro Grammys y la llevó a presentarse en el Carnegie Hall de Nueva York.

Basado en el libreto de Douglas McGrath, “Beautiful: El musical de Carole King” recorre el ascenso de la cantante estadounidense a la fama. Su estreno fue en octubre del 2013 en San Francisco y, al año siguiente, hizo su debut en Broadway. En febrero pasado, cuando el musical se trasladó al Aldwych Theatre de Londres, la propia Carole King asistió a la función inaugural y subió al escenario para abrazar a Katie Brayben, la actriz que interpreta su personaje y que ganó el premio Olivier a Mejor Actriz. “El show fue espectacular”, admitió la voz de “I feel the Earth move”.

En el musical, Brayben encarna la dicotomía que dividía el corazón de King: tras quedar embarazada y casarse a los 17 años, detrás de su genio artístico había una dueña de casa convencional que luchaba por hallar su propio camino. El tormentoso fin de su relación con Goffin fue la antesala a su traslado definitivo a Laurel Canyon y la inspiración para escribir la mayoría de las canciones de “Tapestry”. En dos horas y veinte minutos, “Beautiful” resume la historia de una artista que encontró su propia voz. Y, sin quererlo, se transformó en la voz de una generación.

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