Como si fuera una celebridad de Hollywood, viaja en primera clase, tiene un club de fans y cámaras que lo siguen 24/7. Esta es la historia del carismático fina sangre que llegó a Chile para servir como reproductor. Guillermo Tupper.
(Artículo publicado en el Cuerpo Vidactual de El Mercurio. Agosto del 2017)
Hace tres semanas aterrizó en Chile una de las mayores figuras del deporte estadounidense. Su valor asciende a 60 millones de dólares, viaja por el mundo en primera clase y tiene un club de fans que le envía mensajes a diario por las redes sociales. Su historia de vida llegó al The New York Times y fue catalogado como el paradigma del «sueño americano»: alguien por el que nadie daba un peso y logró ser el número uno de su disciplina, a fuerza de coraje.
Desde que se instaló en una lujosa parcela en Pirque, cada uno de sus movimientos es registrado por cámaras de vigilancia, y cuando alguien le pide una selfie posa con total naturalidad. A pesar de que no es muy alto, su cuerpo es duro y liso como una piedra esculpida. Y para mantenerse en forma cuenta con un equipo multidisciplinario que cuida su dieta. «Aquí tú estás viendo lo que realmente es un atleta de alto rendimiento», dice la doctora Carolina Rojas. «Su musculatura, su estructura ósea, todos sus ángulos biomecánicos. Es un honor tenerlo acá», admite.
El astro en cuestión no es un futbolista top, sino un caballo: California Chrome, un fina sangre americano de seis años y lo más parecido a un Lionel Messi de la hípica. Elegido como el mejor caballo estadounidense en el 2014 y el 2016, es el ejemplar que más dinero ganó en la historia de la hípica norteamericana (más de 14 millones de dólares) y salió victorioso en siete carreras Grupo 1, entre ellas, la Dubai World Cup, el Derby de Kentucky y el Preakness Stakes. En sus cuatro años de competencia, Chrome no solo se impuso en todas las superficies (arena, politrack y pasto). A diferencia de la mayoría de sus pares, en enero de este año se retiró de las pistas sin ningún tipo de cicatrices ni lesiones articulares.
En primera clase
El 30 de julio pasado, este campeón de 1,62 metros de alzada y 530 kilos llegó a suelo chileno para servir como reproductor en el criadero «Haras Sumaya«, propiedad del empresario Oussama Aboughazaleh. En tres tandas diarias -a las 7:30 de la mañana, 13:30 y 17:30- espera servir a unas 150 yeguas para el mejoramiento de la genética del stud local y sudamericano.»Si uno se pone a estudiar la historia del turf a nivel continental, este puede ser el mejor caballo que haya venido a Sudamérica», dice el uruguayo Sebastián Angelillo, representante sudamericano de Taylor Made, la agencia de ventas que gerencia a Chrome.
La empresa que gestó su venida fue Sullivan Bloodstock, una compañía encargada de fomentar y promocionar la actividad hípica chilena en el exterior. Tras una dura negociación de más de un año, se fijó una estadía por tres años (con opción de un cuarto) en la que cada servicio de monta tendrá un valor de 15 mil dólares. «No podíamos creerlo cuando nos dijeron que sí», afirma Cristián Benavente, director y socio de Sullivan Bloodstock. «Van a venir yeguas argentinas y uruguayas, y estamos viendo con Brasil«.
Como buen astro mundial, la permanencia del fina sangre implicó una serie de exigencias para el stud chileno: entre ellas, la construcción de un centro de monta iluminado y acolchado con gomas y felpudos traídos de Estados Unidos. Además, se habilitaron potreros elípticos, se subió la altura de los cercos e instalaron cámaras que registran sus movimientos 24/7. «El caballo viajó a Chile con dos padrillos (sementales) en el avión. Pero él vino en su caja, solo, en primera clase», cuenta Angelillo.
En su pesebrera de 5×5 metros, mucho más amplia que la de un caballo normal, Chrome tiene su bebedero, su comedero y lame un bloque de sales minerales. Hasta el momento está fascinado con la comida chilena: además del fardo de ballica, su plato favorito es un pellet «sweet feed» con avena roleada y suplementos. Su único reclamo ocurrió cuando, el primer día, lo quisieron bañar con agua fría. «Dijo: ‘ni loco me baño ahí'», relata el uruguayo. «Le trajimos un tarro con agua calentita y ahí se quedó como una estatua».
Mitad humano
Detrás de un crack siempre hay un mentor, y en este caso ese fue Perry Martin. Hace una década, este empresario norteamericano y su esposa, Denise, eran propietarios del 5% de Love the Chase, una yegua de pobres actuaciones en la pista. Tras descubrir que estaba emparentada con leyendas como la estadounidense Numbered Account y la francesa La Troienne, se asoció con un partner para comprarla en ocho mil dólares. «Cuando hicimos nuestra inspección final, un caballerizo oyó que estábamos interesados en adquirirla», recuerda. «Dijo a la pasada: ‘cualquiera que compre esa yegua es un dumbass (pelotudo)’. Ahí fue cuando decidimos llamar a nuestra sociedad ‘Dumb Ass Partners‘ (DAP)».
Los DAP pagaron 1.500 dólares adicionales por la cruza entre Love the Chase y Lucky Pulpit, un semental cuyo rendimiento en la pista se vio disminuido por problemas respiratorios. Así, el 18 de febrero del 2011 nació California Chrome, cuyo nombre fusionaba su lugar de origen y un término hípico para los caballos con marcas blancas. Pese a que algunos expertos en crianza minimizaron su pedigrí, Martin diseñó un ambicioso plan para llevarlo al Derby de Kentucky. «En sus entrenamientos matutinos, el caballo solía exigirse a sí mismo y corría mucho más rápido de lo que el entrenador le pedía», dice. «Es muy inteligente y sabía cuando ganaba una carrera. También sabía cuando perdía, pero se bajoneaba por un tiempo corto. Después volvía a la pista y parecía trabajar más duro. Tiene un temperamento muy profesional».
Jineteado por el mexicano Víctor Espinoza, Chrome ganó el clásico mayor de Estados Unidos en el 2014. Su equipo de trabajo estaba liderado por Art Sherman, un veterano entrenador que solo había llegado una vez al Derby de Kentucky en calidad de galopador. «El corazón de este caballo es una cosa increíble. Yo siempre dije que tiene que ser mitad humano», señala el puertorriqueño Willie Delgado, galopador de Chrome entre 2013 y 2015. «La primera vez que lo galopé era muy nervioso, lo que quería era entrar a la pista y arrancarse. Batallé con él como unos diez días, y al día once él dijo: ‘ok, voy a hacer lo que tú quieras’. Y, de ahí para adelante se convirtió en el caballo que todo el mundo conoce».
En sus treinta años vinculado a la hípica -fue desde jockey hasta entrenador-, Delgado dice que nunca vio un caballo igual. A su tranco imparable en la pista, Chrome le sumaba su gusto natural por las cámaras. «Era un modelo. Lo más cómico fue en Kentucky: salimos el primer día a la pista, que estaba fangosa. Empezó a oír los ‘clics’, se detuvo, miró las cámaras y paró las orejas. Cuando no oyó más clics, ahí fue que siguió», relata. «Es uno de los caballos más inteligentes que monté en mi vida. No creo que vuelva a tener esa relación con uno tan bueno como él. Es una vez en la vida».
Un héroe nacional
Al igual que Usain Bolt, Chrome no pudo retirarse en la cúspide. En la Pegasus World Cup -su última carrera disputada en enero pasado- terminó noveno. Pocos días más tarde, ya estaba sirviendo como semental en el Haras de Taylor Made, en Kentucky, donde también demostró ser un ganador fuera de la pista. «A otro caballo le puede llevar dos semanas aprender a montar. A este caballo le llevó dos minutos. Fue más rápido en el galpón de servicio que en la pista», dice Angelillo.
Empujado por su carisma e historia de vida, Chrome fue un fenómeno mediático que revitalizó el mundo de la hípica: bautizado como el «caballo del pueblo«, sus carreras fueron vistas por millones de personas y los «Chromies«, sus devotos seguidores, suman 32 mil en Facebook, 18.500 en Twitter y más de 40 mil en Instagram. Su biografía en Wikipedia tiene 30 páginas -más que otras estrellas estadounidenses como el basquetbolista LeBron James– y, en agosto del 2014, la legislatura de California lo condecoró de forma unánime por sus «extraordinarias actuaciones» (fue la primera vez que homenajeaban a un caballo de carrera).
¿Las razones de esta devoción? Según su círculo más cercano, su fama de «convidado de piedra», liderado por dueños y entrenadores que parecían inexpertos, fue un guión que le demostró al público que, si ellos podían, cualquiera podía hacerlo. «Él hizo su propio camino desde cero», dice Angelillo. «No es un caballo que costó un millón de dólares en un remate. Fue criado en California, cuando la mayor cantidad de caballos está concentrada en Kentucky. Es un caballo de afuera, de donde ‘no se cría muy bien’. Y también es el carisma que tiene: para mí, este caballo tiene un don especial».
En Pirque, Chrome galopa solitario mientras espera por su segunda monta diaria. Sus ojos marrones se pierden en las esquinas redondas de los cercos, cuya forma se asemeja a las pistas que dominaba en sus tiempos de gloria. «La mayoría de los caballos solo ven una enorme multitud en la pista de carrera y es algo con lo que tienen que aprender a lidiar. Pienso que Chrome se enfoca en cada persona de la multitud como un individuo, y cuando la gente le devuelve la mirada, sienten que han hecho una conexión», dice Perry Martin. «Esa es una parte pequeña, pero importante, de su popularidad».
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