Claudia Lennear fue la musa detrás de uno de los mayores éxitos en la carrera de los Rolling Stones. En esta entrevista revela su historia: desde sus inicios en las Ikettes a su larga amistad con David Bowie, con quien mantuvo contacto hasta pocos días antes de su muerte. Guillermo Tupper.
(Artículo publicado en el Cuerpo Vidactual de El Mercurio. Enero del 2016)
Corría el año 1969 cuando Claudia Lennear —la más talentosa y guapa de las Ikettes, el trío de coristas y bailarinas que acompañaban a Ike y Tina Turner sobre el escenario— conoció a Mick Jagger. “Fue en el backstage de The Forum, en Los Ángeles, donde abrimos para los Rolling Stones”, cuenta, desde su casa en Claremont (California). “Empezamos siendo amigos. Bueno, la mayoría de las relaciones empiezan así… seguimos viéndonos y nuestra amistad escaló a otro nivel”.
En los últimos tres años, el nombre de Lennear volvió a brillar gracias a “A veinte pasos de la fama”, el premiado documental que aborda la historia de las coristas que acompañaron a algunas de las más grandes leyendas de la música. Junto a contemporáneas como Merry Clayton, Darlene Love o Táta Vega, esta cantante — y actual profesora de español— fue una de las voces más requeridas por los rockeros más prominentes de los años 60 y 70. A su calidad vocal, Lennear le sumaba un físico privilegiado que, incluso, la llevó a posar para la revista Playboy. “Hice esa sesión porque yo pensé que era una revista intelectual. Las mujeres nos sentíamos liberadas y, como decía Gloria Steinem, podíamos ser tan libres como queríamos”, dice. “Intenté congeniar todas esas ideas y mi corazón me dijo: ‘dale, hagámoslo’”.
Sin embargo, Lennear también ocupa un lugar en la mitología del rock, como la musa detrás de varias canciones de los Stones, David Bowie y Leon Russell. Este sería el caso de “Brown sugar”, uno de los clásicos de Mick Jagger y compañía, y cuya letra es una declaración de lujuria a la mujer afroamericana. Según cuenta la leyenda, los versos del cantante estarían parcialmente inspirados en la figura de Lennear, una versión que, años después, fue confirmada por Bill Wyman, bajista de la banda. “Yo soy la verdadera ‘Brown sugar’. Desafiaría a cualquiera a eso”, dice la cantante, entre risas.
—Hay otra versión que dice que la letra está inspirada en Marsha Hunt, la modelo y madre del primer hijo de Jagger. ¿Por qué está tan segura de que la canción habla de usted?
“Porque yo conocía a Mick Jagger antes de Marsha Hunt y es probable que la canción ya fuese popular antes de que ella apareciera en escena. La idea de ‘Brown sugar’ estaba en proceso mucho antes de que Marsha tuviese una relación seria con Mick. Y esto lo digo con mucho respeto hacia ella. La conocí y pienso que es una mujer encantadora. Pero, lo siento, ‘Brown sugar’ es para mí (risas)”.
—En su época, la letra de la canción causó mucha controversia. ¿Cree que era ofensiva?
“Pienso que las letras del pop actual son mucho más punzantes y fuertes que ‘Brown sugar’. La canción es un tributo a la manera maravillosa en que una mujer atrae a un hombre. Por lo general, las letras que escuchas hoy son lo contrario: tienen que ver con una mirada negativa a la mujer, al menos, en el rap donde el punto de vista suele ser muy negativo o misógino. ‘Brown Sugar’ es una celebración a la mujer”.
—Mick Jagger la recordó a usted con afecto en el documental “A 20 pasos de la fama”. ¿Cuánto duró su relación con él?
“Oh, mi relación con Mick nunca ha terminado. Por supuesto que no nos vemos ni hablamos todo el tiempo, pero espiritualmente estamos conectados. Tenemos muchos amigos en común y es muy raro que veas a uno de ellos y no quieras saber cómo está Mick. Él no es una persona normal, es un tipo muy especial. Es muy amable, dulce y comprensivo. Pero, más allá de esas cálidas virtudes, hay algo que, de alguna manera, lo mantiene distante. Creo que eso tiene que ver con esta idea de ser el líder del grupo. Eso es lo más importante para él: sus responsabilidades y mantener el negocio funcionando. Y, en un plano secundario, están sus amigos y su círculo más íntimo”.
La chica de la minifalda
En 1964, Claudia y su familia se mudaron al sur de California. Era el inicio de una nueva era musical, con los grupos de la Invasión Británica y los artistas del sello Motown. “Yo estaba a punto de entrar a la universidad para ser intérprete de las Naciones Unidas, esa era mi meta original. Y, cuando empecé a escuchar todas estas canciones fabulosas, mi camino cambió”, recuerda. “Como vivíamos cerca de Los Angeles, mi mamá solía llevarme a ver bandas. Vi a todos los artistas de Motown que tocaban en el Whiskey a Go Go y un club muy popular en Hollywood llamado The Trip, donde solían ir The Supremes, The Temptations y Smokey Robinson and the Miracles”.
Los primeros pasos de Lennear fueron como la cantante principal de The Superbs, una banda que solo alcanzó fama local gracias al single “One bad habit”. Pero el gran salto vino poco tiempo después, cuando una corista amiga le contó que Ike Turner necesitaba una integrante para las Ikettes. “Mi amiga arregló una audición para mí y yo la pasé”, cuenta. “En esa época, una mujer era criada para ser ama de casa y madre. Pero las Ikettes éramos, probablemente, la única banda de mujeres que seguía la tradición de las minifaldas y el baile alocado. Todo eso estaba en contra de lo establecido. Nosotras seguíamos la tendencia del movimiento hippie y el go-go”.
En los años siguientes, Lennear fue corista de figuras como Joe Cocker, Ricky Nelson y Leon Russell. Este último no solo le dedicó dos románticas canciones de su repertorio (“A song for you” y “She smiles like a river”). También la llevó como una de sus coristas al célebre “Concierto por Bangladesh”, organizado por George Harrison en 1971. “Ese fue otro maravilloso evento de mi vida”, señala. “En septiembre pasado nos reunimos con Leon para hacer un tributo a Joe Cocker en el Lockn’ Music Festival. Y esa fue la primera vez que canté con él en un escenario en 35 años. No te imaginas lo hermoso que fue, lloré durante todo el show”.
—En 1973 lanzó “Phew!”, su único disco como solista. ¿Por qué no perseveró con su carrera en solitario?
“El disco no despegó, lo que fue simplemente una pena total para mí. Me desilusioné y creo que, en retrospectiva, eso fue muy ingenuo de mi parte. Creo que debería haber seguido haciendo mi música. Pero tomé la decisión de irme. Volví a la escuela, saqué mis títulos y me convertí en profesora”.
El hombre venido de Marte
Otro de los músicos con los que Lennear estableció una profunda amistad fue David Bowie. Se conocieron en los 70, a través de un compañero de negocios en común. “Resultó que David escuchaba la música de las Superbs y, como yo había estado en una de sus formaciones, ese fue el punto de partida de nuestra amistad”, señala. “¿Si ‘Lady Grinning Soul’ (la canción del disco ‘Aladdin Sane’) está inspirada en mí? Bueno, David era mucho más directo que Mick y, simplemente me dijo: ‘tú eres mi ‘Lady Grinning Soul’. Supongo que puedes tomar eso por lo que vale”.
Lennear define a Bowie como “la persona más creativa” que conoció en su vida. Con el estreno de “A veinte pasos de la fama”, el Duque Blanco volvió a llamarla tras largos años incomunicados. “Me dijo que quería trabajar conmigo en un proyecto. Pero, si conocías a David, cuando él decía eso, significaba que quería estar al tanto de lo que estaba haciendo”, señala. “Nuestra amistad tuvo un renacer a partir de eso. Él me dio excelentes consejos e ideas, fue una especie de mentor. Hoy mi primera prioridad es completar lo que David y yo empezamos. Tengo las canciones escritas y, a pesar de que el factor más importante se haya ido, les pondré música de alguna manera. Espero tener ese álbum listo en los próximos meses”.
—¿Cómo la golpeó su muerte?
“Decir que me puse triste es poco. Yo simplemente no lo creí. Mi primera reacción fue que era una de esas horribles bromas de Internet. O sea, ¿David Bowie muerto? Estaba en completa negación de toda la situación. Unos días después fui forzada a creerlo porque era verdad. Su muerte es una tremenda pérdida. No habrá otro como David Bowie. Él era, simplemente, diferente”.
—¿Cuáles fueron las últimas palabras que le dijo?
“‘No olvides enviarme esas letras’. Eso fue diez días antes de su muerte”.