En esta entrevista exclusiva, la leyenda del rock independiente habla de su nueva vida en Londres, la ruptura con Kim Gordon, su indiferencia ante la tecnología y cómo se forjó su profunda conexión con la música y poesía chilena. Guillermo Tupper.
(Artículo publicado en el cuerpo Vidactual de El Mercurio. Octubre del 2014)
Hace algún tiempo, Thurston Moore (56) revisaba un viejo álbum de recuerdos familiares, cuando se encontró con una fotografía que llamó su atención. Era una imagen de su madre sentada en un lago, con apenas 21 años, donde abraza a su perro y observa sonriente a la cámara. El fotógrafo no es otro que su esposo y el futuro papá de Thurston. “Apenas la vi, supe que tenía que ser la portada de mi disco”, cuenta, desde Londres, a “El Mercurio”. “La foto también inspiró el nombre: ‘The Best Day’ (‘El Mejor Día’, en español). No es que en ese momento mis padres estuviesen en un mundo ideal, porque la foto es de la época de la Segunda Guerra Mundial. Pero esa atmósfera de serenidad, esperanza, paz y confianza representa un paisaje utópico para ellos. Es un lugar al que a todo el mundo le gustaría estar”.
Para Moore, la elección de la foto no es azarosa. En los últimos años, su vida enfrentó cambios radicales que lo obligaron a tomar nuevos rumbos y escapar del caos. Luego de tres décadas al frente de Sonic Youth -la banda neoyorquina que redefinió todos los parámetros del rock a partir de la disonancia, el ruido y la experimentación avant-garde-, el 2011 anunció su divorcio de Kim Gordon –la bajista del grupo- y con la que llevaba 27 años de matrimonio. La noticia no solo impactó a los fanáticos de la banda, sino que llegó a los tabloides cuando se supo que la causante de la separación había sido Eva Prinz, una joven editora con la que Moore mantenía una doble vida.
Con el futuro de la banda en un punto muerto, Moore se enfocó en múltiples proyectos. Formó un nuevo grupo llamado Chelsea Light Moving, colaboró en el último disco de Twilight –una agrupación estadounidense de black metal- y, hace un año y medio, decidió radicarse en Londres. Era un viejo anhelo de su adolescencia, cuando fantaseaba con viajar a la capital inglesa y conocer a Johnny Rotten, el líder de los Sex Pistols y posterior cantante de Public Image Ltd, una de las bandas que le cambiaron la vida.
“Cuando era un punk joven en los años’70, siempre quise vivir en Londres. Obviamente no lo hice en aquel momento, pero sí la visité bastante con Sonic Youth. Me mudé acá porque sentí que mi vida había cambiado radicalmente y, en cierta medida, Nueva York estaba terminada para mí. Quería reubicarme y Londres me recuerda a la Nueva York de comienzos de los’80. Todavía tiene ese ambiente áspero”.
El próximo 6 de diciembre, Moore y su banda serán una de las principales atracciones de RockOut, el festival que se realizará en el Espacio Broadway e incluirá nombres como Devo, Primus y Fantômas. Será su cuarta visita al país –las primeras dos veces vino con Sonic Youth; y, la última, en solitario- y se entusiasma cada vez que habla de Santiago. ““Me gustaría ir allá, esconderme un tiempo y escribir poesía por un año. ¡Todo el mundo se da besos, más que en ningún otro país! La primera vez que dejé Chile, sentí que estaba dejando una isla del encanto. Además, tengo un amigo que vive ahí y que tocaba en una banda psicodélica a comienzos de los’70… la banda se llama Blops, ¿la conoces?”.
-¡Por supuesto! Son pioneros del rock chileno…
-Soy amigo de Felipe Orrego. Él era muy amigo de Kim (Gordon) e iban al colegio juntos. Ambos tenían una banda a mediados de los’70, antes de que ella llegara a Nueva York. No conocí a Felipe hasta muchísimos años después, cuando vine por primera vez a Santiago. Le pregunté por tiendas de discos y dónde podía encontrar música psicodélica de Chile. Y me dijo “¿cómo quién?”. Y yo le dije: “Como los Blops”. Y se dio vuelta en el auto y me dice “esa era mi banda”. Fue absolutamente increíble. Y así fue como me di cuenta que, debido a Kim, Sonic Youth tiene una conexión directa con los Blops. Esto es algo de lo que todo el mundo debería estar hablando: Sonic Youth es una extensión de los Blops. Mi nuevo disco tiene mucho que ver con mi interés en esta banda chilena y espero profundizarlo en el futuro. Pero eso no es lo único que me atrae de Chile.
-¿Qué más conoces de acá?
-Una de mis poetisas favoritas es chilena. Se llama Cecilia Vicuña, trabajó en el workshop de escritura que hice un par de veranos atrás. Y personajes como Violeta Parra son muy fascinantes para mí. Esa canción “Gracias a la Vida” es increíble. También conozco a Isabel y Ángel Parra y, por supuesto, a Víctor Jara. Tengo discos maravillosos de él, aunque me gustaría saber más español para entender mejor sus letras.
El llamado de Londres
Cuando llegó a la capital inglesa, Moore empezó a componer solo en su departamento. Y, al poco tiempo, encontró un partner con el cual compartir sus canciones. Era James Sedwards, un guitarrista muy conocido en el barrio y que hacía clases en el piso anterior al suyo. “Yo lo podía escuchar enseñando a tocar riffs de Led Zeppelin, porque eso es lo que siempre quieren aprender los guitarristas más jóvenes (risas)”, cuenta. “Pero cuando hablé con él, sus bandas favoritas eran Glenn Branca, The Fall y música más radical y rara como a la que a mí me gusta. Cuando me di cuenta de eso, supe que teníamos que estar en la misma banda”.
El grupo se completó con dos viejos conocidos: Debbie Googe, la bajista de My Bloody Valentine, una banda con la que Sonic Youth había compartido escenario en el lejano 1985; y el baterista Steve Shelley, su antiguo camarada de grupo. Con ellos, Moore dio vida a canciones cuyo leitmotiv está cruzado por el optimismo. “Cuando lo estaba grabando, me di cuenta que había una vibra de energía positiva en la música y eso tenía mucho que ver con mi vida amorosa y las personas de la banda con las que estaba trabajando. Tomé una lección de Yoko Ono: ‘escribe acerca de cosas que tengan que ver con el amor y eso te dará poder’. Es una idea un poco budista y, al mismo tiempo, una forma distinta de ser activista”.
-Hay una canción en tu disco nuevo que se llama “Tape” y es un tributo al formato del casete. ¿Eras de esos adolescentes que solía grabar compilados para sus novias?
-(Risas) Grabar compilados en casetes se puso de moda a comienzos de los’80, cuando yo ya tenía veintitantos años. ¡Pero sí que los hice! Solía hacer compilados de siete pulgadas de música hardcore, cuando aparecieron las tiendas especializadas en el género. Hice muchos compilados, pero no solamente para chicas. A comienzos de los’80 ya tenía una relación con Kim (Gordon) y me casé en 1984. No tuve muchas experiencias con mujeres antes de casarme. ¡De verdad! Tuve dos o tres novias que rompieron mi corazón cuando tenía como 18 años. Después que conocí a Kim no tuve relación con ninguna mujer durante la mayor parte de mi vida… hasta hace unos pocos años (risas). Me tomó un tiempo, ¿sabes?.
-Jaja, nunca es tarde…
-Pero, hablando seriamente, hacía mixtapes para todo el mundo. Solía hacer compilados de jazz. Byron Coley, un buen amigo mío que es crítico de rock, es el que me inició en todo esto, porque yo sabía que él era coleccionista y le pedí que me grabara uno de jazz. ¡Y me dio sesenta mixtapes! Me pasé todos los años’80 girando en una van, escuchando estos casetes y aprendiendo acerca de su mística. Los compilados son como libros, porque son muy personales. Hoy la cosa ha empeorado mucho porque simplemente te mandan un archivo. Pero me gusta la naturaleza física del casete y de eso se trata esta canción.
-¿Cómo te llevas con las nuevas tecnologías?
-Creo que todo el mundo debería tomar sus laptops y teléfonos móviles, ponerlos en un camión de la basura, botarlos en un vertedero y después volver a casa y tomarse de las manos nuevamente. Lo que más necesito es estar afuera, en el mundo físico, respirando aire y tocando personas y árboles. Ya pasé los cincuenta años y la tecnología de los computadores no es un reemplazo para nada. Prefiero el carácter físico de un libro o un casete.
-En las redes sociales se habló mucho de tu ruptura con Kim. ¿Es algo que te afecte?
-No creo que realmente importe (risas). Cuando cierro la pantalla del laptop, todo eso se va. Y, cuando salgo al mundo real, ese tipo de diálogos y discusiones no existen para mí. Yo pertenezco al mundo real, no a los comidillos de las redes sociales. Si los comento, les estoy dando crédito. Y creo que no tienen ninguna credibilidad.
Un audaz periodista
Desde hace varios veranos, Moore realiza un curso de poesía en la Universidad de Naropa. Para él se trata de una actividad muy familiar: antes de convertirse en músico, su sueño era ser escritor. “Cuando llegué a Nueva York, sabía que quería tocar en una banda punk rock. Pero eso es algo que nunca le dices a tu familia, porque ¿quién te va a tomar en serio? Les decía que quería ser periodista porque era algo más sofisticado. Siempre me sentí muy atraído por la escritura y era mi actividad favorita. Mis héroes no eran solamente gente como Patti Smith o Richard Hell; también eran los escritores como Lester Bangs y Richard Meltzer, que hacían reseñas de rock. Las revistas eran documentos tan importantes como los discos y las bandas”
En 1968, Thurston tenía 10 años cuando su familia se mudó desde Florida a Connecticut, una localidad muy cercana a Nueva York. Por ese entonces, la Gran Manzana era uno de los epicentros musicales del mundo. Así conoció a bandas como The Velvet Underground; y, cuando llegó la hora de comprar sus primeros discos, optó por aquellos artistas más radicales en sonido y apariencia como David Bowie y The Stooges. “Me atraía mucho más eso que el rollo hippie del country rock, escapar a los campos y escuchar a James Taylor y Crosby, Stills, Nash & Young. Me interesaban los aspectos más peligrosos y salvajes de la música”, confiesa.
-¿Cómo llegaste a Nueva York?
-Cuando vi una foto de Patti Smith parada en el andén del metro de la ciudad, tuvo el efecto de un magneto directo al corazón. Me mudé allá en la primavera del’77, porque era el lugar donde todo estaba pasando y quería estar ahí. Recuerdo que siempre veía caminando a Sid Vicious, porque iba a la clínica de metadona, muy cerca de donde yo vivía. Yo era una persona bastante solitaria, no conocía a mucha gente. No salía a inyectarme heroína con Johnny Thunders ni nada de eso. Era un estudiante joven y naif.
-La Nueva York de aquel entonces era más pobre y violenta. ¿Tuvo esto un efecto en Sonic Youth y su forma de hacer música?
-Sí, creo que tuvo un cierto efecto. Sobre todo a nivel económico, porque no teníamos nada de dinero y eso te lleva a vivir al borde y crea una cierta ansiedad creativa. Y mucho de eso tenía que ver con ser capaces de vivir en una ciudad que no requería que fueses pudiente. No sé si Sonic Youth sonaría igual si empezara hoy. Probablemente sonaríamos como U2 o Radiohead.
-Tras el quiebre de la banda, tú y Lee Ranaldo iniciaron sus propios proyectos en solitario. ¿Consideras que el ciclo de la banda está terminado? ¿O no descartas la posibilidad de volver algún día?
-No lo sé (risas). Tu bola de cristal es tan buena como la mía. El futuro me ha deparado muchas sorpresas. Pongámoslo de esta forma: no creo que nada sea imposible.