Otto Schade: El chileno que pinta los muros de Londres

Hace diez años escapó a la rutina de una oficina de arquitectos para probar suerte en Europa. Hoy es una de las estrellas de la zona de Shoreditch, la cuna del arte callejero en la capital inglesa. Guillermo Tupper.

(Artículo publicado en el cuerpo Vidactual de El Mercurio. Mayo del 2014)

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Entre sus múltiples anécdotas, Otto Schade (42) recuerda el día en que pintó un esténcil ilegal en el barrio de Camden Town, uno de los más turísticos de Londres. Era la silueta de un soldado y un niño caminando bajo una puesta de sol, una obra que debía pintar en menos de veinte minutos para evitar represalias. Pero esa vez un policía lo descubrió y se le acercó con cara de pocos amigos. «Me preguntó por mi técnica para hacer los esténciles. Y, en vez de llevarme detenido, me dijo: ‘te quedó bueno, ¿ah?'», recuerda. «El street art es un regalo que hace el artista a la ciudad. Si la gente lo empieza a ver así, lo acepta. Si es cualquier estupidez o un garabato, obviamente lo van a tomar como vandalismo».

Radicado hace nueve años en Londres, Schade es uno de los exponentes más destacados del arte callejero en Shoreditch, uno de los barrios de moda en la capital inglesa y que, hasta inicios de los’90, era una zona obrera sin el más mínimo encanto. Todo cambió cuando una oleada de artistas y diseñadores se tomaron sus viviendas y bodegas abandonadas para abrir galerías y decorar sus muros con creativos grafitis. Y lo que nació como una necesidad de expresión de los sectores más descontentos, poco a poco se convirtió en un inesperado foco de turismo. «A medida que uno empieza a aportar arte, también llegan tipos a sacar fotos», cuenta. «La zona se limpia y las propiedades suben de precio. Es una cirugía que se le hace a la ciudad».

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Entre los centenares de grafiteros, Schade destacó rápidamente por su original impronta. Inspirado en su gusto por el surrealismo, su marca registrada es deconstruir figuras a través de cintas, un dispositivo con el que logra múltiples ángulos y lecturas. Su primera obra fue «The Kiss» («El beso»), un esténcil ubicado en una antigua zona de fábricas cerveceras y que hoy es uno de los más fotografiados por los visitantes. Y luego combinó su sello con estilos como el pop art para retratar a íconos musicales como John Lennon, Bob Marley y Amy Winehouse. Suficiente para generar ruido y que su nombre aparezca en aplicaciones de teléfono, programas temáticos de la BBC y city tours.

Para Schade, el street art es apenas la última estación de un recorrido iniciado hace dos décadas. Nacido en Concepción, estudió arquitectura en la Universidad del Bío Bío e, incluso, se ganó un concurso público para diseñar una escultura en plena costanera de la ciudad. Pero su veta creativa fue mucho más fuerte que cumplir con las rígidas exigencias del mercado. «Con la arquitectura siempre tienes un condicionante. Puede ser la plata, la estructura, la municipalidad, el cliente, siempre hay algo», dice. «En cambio, con el arte, no. Todo depende de lo que yo quiera y lo que se me pase por la cabeza. El que me sigue, me sigue no más».

Concepción, Berlín y Londres

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A comienzos de la década pasada, Schade cumplía con todos los requisitos de un profesional exitoso: trabajaba en una oficina de arquitectos, ganaba buena plata y los proyectos le llovían por todos lados. Sin embargo, cada vez tenía menos tiempo para la pintura, su gran pasión. Y el ritmo imparable del trabajo lo llevó inevitablemente a los excesos. «Estábamos metidos en drogas «, recuerda.  «Me sentía tóxico y, al ver a mis socios, supe que no quería un futuro así».

Apenas obtuvo el pasaporte alemán, Schade viajó a Berlín con varias de sus pinturas enrolladas en el equipaje. El aterrizaje no fue fácil: no hablaba el idioma y las cifras de desempleo en la capital alemana alcanzaban un 25%. Fue entonces cuando se puso a pintar en óleo a tiempo completo y buscar pequeñas galerías para exponer sus trabajos. «Para crear arte, Berlín es una ciudad muy buena porque la gente es muy culta», dice Otto. «Lo malo es que no tenían plata para comprar las obras. Así que, después de dos años, postulé a algunos trabajos en Inglaterra y me aceptaron».

AudreyAlentado por los consejos de un amigo chileno, Schade hizo la transición al street art cuando se dio cuenta que los muros del barrio eran el mejor lugar para mostrarse. En un comienzo, la gente confundía sus primeros esténciles con los de Banksy, otro de los grafiteros que dejaron su huella en Shoreditch. Para evitar la comparación, Schade ideó su estilo propio basado en cintas. «Al cuarto esténcil, la gente ya me empezó a reconocer», recuerda. «Siempre trato de representar las cosas con más de un mensaje. A primera vista, mis pinturas dicen algo, pero si las analizas bien, empieza a aparecer más información».

Hoy la fama del chileno trascendió las fronteras del barrio. Entre sus proyectos inmediatos, aparecen dos exposiciones colectivas en Londres, otra individual en Hong Kong y su primera muestra en Santiago programada para diciembre próximo en la galería Banco Negro. En cada una de ellas, vende réplicas de sus esténciles callejeros que varían en formatos y precios. «La idea es abarcar un mercado asequible a todo el mundo», concluye.

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