Fue uno de los principales impulsores del grafiti europeo y su estilo inspiró a una legión de artistas como Banksy. El francés Blek le Rat visita por primera vez Santiago y aquí explica porqué el arte callejero es uno de los movimientos más importantes de la historia.
(Artículo publicado en Vidactual de El Mercurio. Marzo del 2014)
Blek le Rat -álter ego del francés Xavier Prou (63)- recuerda muy bien la primera vez que vio un grafiti en su vida. Fue en 1962, durante unas vacaciones familiares a Padova (Italia), cuando se topó con unos retratos del dictador Benito Mussolini luciendo un casco de soldado en los muros de la ciudad. «Eran vestigios de la Segunda Guerra Mundial«, recuerda. «Le pregunté a mi padre qué era eso y me dijo que los fascistas italianos le hacían propaganda al partido pintando las paredes con esténciles, brochas y pintura. Eso quedó grabado en mi memoria por mucho tiempo».
Veinte años después, Le Rat adoptó aquella vieja técnica de pintar sobre una plantilla y le dio un nuevo sentido. En París encontró la excusa ideal: su estación de metro -ubicada a pocos metros del cementerio de Montmartre – estaba invadida por ratas. Así fue como, de la noche a la mañana, empezó a dibujar siluetas de roedores en los muros de la capital francesa. «Los turistas piensan que París es la ‘Ciudad de las Luces’, llena de áreas ricas y gente sana, pero la realidad es completamente diferente», cuenta.»Eso es lo que quería transmitir en ese momento: ‘mira tu ciudad, parece limpia y bonita en la superficie, pero está podrida por dentro'».
Así nació el mito de Blek le Rat, el grafitero que impulsó el arte callejero europeo con dibujos de tamaño natural que denunciaban el lado más incómodo de la sociedad. Soldados, indigentes, pordioseros e íconos pop como Lady Di o Andy Warhol eran parte de un repertorio que vulneró los círculos de las galerías para llevar el arte al transeúnte común y corriente. Y su estilo de guerrilla inspiró una legión de imitadores. Entre ellos, Banksy, el cotizadísimo artista inglés que alcanzó la fama con sus pinturas realizadas en edificios y que hace algunos años declaró: «Cada vez que pienso que hice algo original, me encuentro con que Blek le Rat ya lo hizo veinte años antes».
Desde su casa campestre en Francia, Le Rat prefiere no entrar en polémicas. «Pienso que tiene buen gusto», dice acerca de Banksy. «No lo conozco y nunca me ha contactado. Lo único que pudo decir es que no me gusta mucho la gente que esconde su identidad». Lejos del ruido mediático, el próximo 18 de marzo Le Rat llegará por primera vez a Santiago para pintar los muros de la reinaugurada plaza Assler. Y no esconde su emoción: «Será mi primera vez en Chile, un país cuya historia conozco muy bien. Ya sabes, en los’70 hubo un montón de refugiados políticos en Francia y ambos países forjaron una gran amistad desde entonces. Mi trazo será un regalo para la gente».
Con el puño y el spray
La devoción de Le Rat por el arte callejero surgió de forma paralela a unos cursos de grabado y litografía que realizaba en París. A los 20 años, hizo un viaje a Nueva York para visitar a un compañero de curso y lo que más le impresionó de la Gran Manzana no fueron los rascacielos, sino los coloridos grafitis que decoraban los muros y los vagones del metro. «Fue la primera vez en mi vida que vi el grafiti artístico en una ciudad», dice. «No entendía el significado de estos signos extraños. Pensé que los hacían tribus que vivían en el subsuelo de Nueva York. Y también recuerdo que, en ese tiempo, nadie me podía explicar el significado de esta expresión».
A Le Rat le tomó una década digerir lo que había visto en su infancia antes de empezar a hacer sus propias intervenciones. ¿Su motivación? Buscar su identidad en medio del anonimato de una metrópolis que arruinaba las relaciones interpersonales. «Vivir en una gran ciudad es muy duro. En esa época, yo era un estudiante y recuerdo que podía estar una semana sin hablar con nadie. Todo se resumía en ‘metro, trabajo, metro y a dormir’. Necesitaba ser reconocido y dejar un rastro de mi vida. El grafiti era la mejor forma para decirle a la gente que yo existía en esa ciudad».
Con su inconfundible sello, Blek le Rat fue uno de los primeros que abandonó el graffiti básico para convertirlo en un arte pictórico. Y buena parte de sus obras causaron revuelo por su discurso social y político. ¿La más famosa? Un David de Miguel Ángel protegiéndose con un Kalashnikov, en protesta a la guerra entre Palestina e Israel. «En un comienzo, a la policía no le importaban mis grafitis», cuenta. «Eso empezó a cambiar el año’83, cuando un montón de gente empezó a hacer esténciles en París. Fui arrestado un montón de veces, hasta que el año’90 fui condenado y tuve que pagar una multa».
Desde entonces, Le Rat solo deja su huella en lugares previamente habilitados. Hace algunos años editó «Getting through the walls», un libro ilustrado que repasa su obra y vida y fue un éxito de ventas en Gran Bretaña. Y tiene una tesis para explicar porqué el arte callejero es uno de los movimientos más importante de la historia. «En el colegio es casi imposible expresar tu opinión a los adultos sobre cómo funciona su sociedad. La respuesta es siempre la misma: ‘tienes que aprender antes de dar tu opinión’. Es por eso que los jóvenes salen de noche con una lata de spray y le gritan a la gente: ‘Tengo algo que decirte y lo estoy pintando’. Es cierto que el grafiti aún es una práctica ilegal, pero es un medio maravilloso si quieres entregarle un mensaje al mundo».