Hizo llorar a Lady Gaga, desclasificó los capítulos más sórdidos de bandas como Marilyn Manson y Mötley Crüe y se infiltró en un taller de seductores para convertirse en el mayor depredador de mujeres del mundo. En exclusiva para «Vidactual», Neil Strauss habla de su último libro, donde revela el lado desconocido de las celebridades.
(Texto publicado en el cuerpo Vidactual de El Mercurio. Enero del 2014)
Hace un par de años, Neil Strauss (40) recordó un episodio que marcó su primera declaración de intenciones. Guardada y olvidada en algún cajón de la casa, sus padres rescataron una carta que había escrito en segundo básico: era la primera advertencia acerca de su futuro, muy lejana al clamor familiar de que estudiara finanzas. Cuando la mayoría de sus compañeros todavía soñaba con ser bombero, astronauta o estrella de la NBA, él escribió con letra grande y clara: ‘quiero ser escritor’. Y no se quedó solo en la promesa: «A los once años escribí un libro entero y lo mandé a distintos agentes y editoriales tratando que lo publicaran» dice, entre risas. «Era una saga de misterio llamada ‘Las Novelas de Smith’. Pero nunca nadie respondió».
Strauss recuerda la anécdota por celular mientras viaja por alguna carretera perdida de California. Colaborador durante años del New York Times y la revista Rolling Stone, ese mismo espíritu kamikaze que lo distinguió en el colegio fue el que después aplicó en entrevistas mordaces que revelaban el lado más vulnerable de las celebridades. Su último libro, «Everybody loves you when you’re dead: Journeys into Fame and Madness» (o «Todo el mundo te ama cuando estás muerto: viajes a la fama y la locura», en su versión en español) es una antología con lo mejor de sus más de tres mil artículos escritos a lo largo de veinte años. Claro que no se parece a ninguna otra: en rigor, es un compilado de todos esos momentos donde sus entrevistados bajan la guardia y surge el verdadero «yo» detrás del personaje. «El libro se trata del instante en que una estrella fracasa», dice.
La lista de encuentros es interminable: Lady Gaga llorando al recordar a su primer amor, un camarero neoyorquino llamado Luc Carl; Eric Clapton hablando de alcoholismo y la pérdida de su hijo; un borrachísimo Julian Casablancas boicoteando sus preguntas mientras le apaga la grabadora; y Paris Hilton disparando citas racistas («no soporto a los hombres negros») son algunos de los pasajes. Todo entremezclado con los arranques de ira de algunos de sus entrevistados. «En una ocasión, Phil Collins se molestó mucho con una reseña que hice para el New York Times. A tal punto que me escribió una carta que terminaba con la frase: «Bueno, Neil, vete al carajo». Y la crítica no era tan mala. Tampoco estaba tratando de ser amable, sino de ser objetivo».
Detrás de todo este collage, aparece el verdadero leitmotiv del libro: la obsesión de los artistas con el éxito y sus dificultades para manejarlo. «En el libro entrevisté a gente como Chuck Berry -el tipo que inventó el rock and roll-, Lady Gaga -la mayor estrella pop del mundo- y Madonna y todos están preocupados de las cosas negativas que la gente dice acerca de ellos. Y no pueden apreciar el éxito, porque están demasiado pendientes de eso. Seas un músico o trabajes en una oficina, la regla es la misma: mientras más exitoso seas, más atractivo eres, porque la gente es celosa y competitiva. Esa es la razón por la cual una revista de chismes no lleva un indigente en su portada; pone a gente famosa, porque el resto quiere consolarse a través de los tropiezos en sus vidas».
Seduciendo a la vida
Sin quererlo, Neil Strauss también se convirtió en una celebridad de culto. Primero, a través de sus artículos en Rolling Stone -una vez Dave Pirner de la banda Soul Asylum lo definió como «el Mike Tyson de los entrevistadores», furioso porque el periodista lo había retratado como un alcohólico-. Y, después, por sus descarnadas biografías. En «Los Trapos Sucios» (2001), Strauss desclasificó sin filtros la historia de Mötley Crüe, una de las bandas más salvajes y decadentes de los’80, con un relato inspirado en «Mientras agonizo» de William Faulkner. Y en 2005 ayudó a la actriz Jenna Jameson a escribir el best-seller «Cómo hacer el amor igual que una estrella del porno», las memorias de una porn-star traumatizada por el descontrol y el esclavismo de una industria sin escrúpulos.
Claro que esta veta la inició a finales de los’90 con «La larga huida hacia el infierno» , la biografía a uno de los personajes más temidos de esa década en Estados Unidos: Marilyn Manson. De todos los que entrevistó, Strauss asegura que fue el músico del que más aprendió. «Fui testigo de cada sesión de drogas, de todas las chicas con las que se acostaba y de los conflictos con su manager. En ese punto, él se estaba volviendo realmente famoso y fue interesante ver cómo lidiaba con toda esa popularidad. Fue la época en que ocurrió la masacre de Columbine y recuerdo estar en su casa cuando salió la noticia y lo culpaban del hecho (Nota de la redacción: los dos estudiantes asesinos eran fanáticos de su música). Y yo estaba sentado a su lado, viendo su reacción».
Sin embargo, ninguno de sus textos de música le dio tanta fama como «El Método» (2006). Cansado de su timidez y sus problemas para acercarse a las mujeres, Strauss decidió internarse en una comunidad online de tipos que seducían mujeres por la noche a partir de diversas técnicas. Dos años después se convirtió en «Style» (o «Estilo», en español), el mayor depredador de féminas en el mundo. «Antes que me pusiera escribir el libro, ya había tipos que me reconocían y se acercaban a tomarse fotos conmigo», recuerda. «Estaba tan inmerso en la comunidad, que nadie me conocía como Neil. Cuando me catalogaron como el seductor número uno del mundo, me di cuenta que la cosa había ido demasiado lejos».
Strauss no sólo encontró el amor al final de esa aventura (tuvo una relación de varios años con Lisa Leveridge, la guitarrista del grupo de Courtney Love) sino que aplicó las lecciones aprendidas a sus entrevistados. Tiempo después, logró remontar una aburrida entrevista con Britney Spears aplicando un juego de adivinanzas… y la princesa del pop terminó pidiendo su teléfono. Claro que el éxito de ventas no le hizo mucha gracia a los grupos feministas y conservadores. «Recibí muchas críticas, más que en ningún otro momento de mi vida», dice. «Aunque la mayoría de ellas venía de gente que ni siquiera había leído el libro. Al final, era el mismo rollo que ‘Everybody loves…’: no había que temerle tanto a las críticas, sino a la verdad».
No le creas a Twitter
Actualmente, Strauss reconoce estar semi-retirado del periodismo. A menos que se trate de una figura que tenga muchas ganas de entrevistar, rechaza las ofertas para escribir perfiles. Su interés son los libros. Y la razón es muy simple: «Los artículos solo dan una idea y un punto de vista, mientras que los libros pueden cambiarle la vida a una persona. Por desgracia, en un artículo siempre el entrevistado trata de promover algo, sin importar lo honesto que quieras ser».
En los’90, Strauss tenía acceso ilimitado para entrevistar a los músicos en su entorno más íntimo. Con el advenimiento de las redes sociales, reconoce que lograr ese acercamiento es cada vez más difícil. «Puedes seguirlos en Twitter, escribirles de vuelta y ver las imágenes que suben a sus cuentas, pero no los conoces de verdad. Las redes sociales son el equivalente a una performance en el escenario. Las celebridades toman un riesgo al hablar con un periodista porque no tienen el control sobre un artículo ni de la percepción que se tiene sobre ellos».
-Después de tres mil artículos y varios libros, ¿hay alguien que falte en tu lista?
-Me hubiese gustado entrevistar a Michael Jackson. No porque fuese famoso, sino porque quería humanizarlo. Todo el mundo lo veía como un monstruo, pero seguía siendo una persona. ¿Y sabes a quién más? Axl Rose. Tal como Michael Jackson y Brian Wilson, es un personaje que se perdió a sí mismo en el camino.