Poleras originales de Maradona, Pelé y Ronaldinho son parte de la colección personal que el relator Paulo Flores pretende exhibir en el primer museo dedicado a la indumentaria del deporte rey.  Una iniciativa que pone en boga a los coleccionistas de camisetas en Chile, verdaderos obsesivos por tener pedazos de historia futbolera. 

(Artículo publicado en el cuerpo Vidactual de El Mercurio. Agosto del 2013).

Caminando por la calle San Isidro, Paulo Flores – actual relator de los partidos de la Roja en Chilevisión- se encontró con su principal objeto de deseo: una camiseta verde del Cosmos de Nueva York con el número 10 de Pelé. Se trataba de uno de los cien ejemplares que la marca Umbro lanzó para celebrar los 35 años del debut de O’Rei en el fútbol estadounidense, una edición especial para coleccionistas que se agotó en cosa de minutos. Después de buscarla sin suerte en las principales tiendas de la Gran Manzana, Flores la halló en pleno corazón del Persa Bío Bío. Y no precisamente en un local. Un gringo de metro noventa, que caminaba en dirección opuesta a él, la llevaba puesta.

“Me acerqué y lo primero que le dije fue: ‘tranquilo, que no te voy a asaltar’”, recuerda, entre risas. “Sólo quiero saber cuánto te puedo pagar por esa camiseta”. El turista norteamericano no sólo le confesó que su padre era el gerente de la marca en cuestión sino que, sorpresivamente, aceptó un trueque a cambio de una camiseta de Colo Colo. “Lo senté en uno de los locales, compré una réplica a 10 lucas, le estampé el nombre “Gringo” en la espalda y se la cambié ahí mismo”.

La historia es apenas una de las muchas que esconde la colección de Flores (@paulofloresgol en Twitter), un arsenal de 225 tricotas de fútbol de las cuales 180 fueron utilizadas en cancha por sus protagonistas. Con este capital pretende atraer el interés de la empresa privada para echar a andar su gran sueño: el Museo de la Camiseta. Uno que permita mostrar la evolución de la indumentaria deportiva y que, además, vaya acompañado de un libro que cuente los pormenores –muchas veces increíbles- que rodearon su hallazgo.

“Hay camisetas auténticas de la selección que encontré tiradas en el Persa y me costaron 5 lucas”, dice Flores. “Pero la mayoría son regalos de los propios jugadores, con los que tengo una muy buena relación”. En su muestrario, hay joyas valoradas en varios millones de pesos. ¿Por ejemplo? Una del mítico George Best que hasta hace poco lucía en las vitrinas del museo del Manchester United; otra de Ronaldinho en el Flamengo firmada de puño y letra por el astro brasileño y la primera camiseta con la que Iván Zamorano ocupó el dorsal 1+8 en el Inter de Milán. ¿La regalona? Una del Barcelona usada por Maradona y que recibió de un español anónimo, en agradecimiento a la alegría que le provocaba escuchar sus relatos por la radio.

Flores pertenece a una especie cada vez más frecuente: el coleccionista de camisetas. Una práctica muy común en países más futbolizados como Brasil o Argentina, pero que en Chile empezó a tener sus primeros exponentes hace una década. Como José Marino, un furibundo hincha de la Unión Española que, hace siete años, creó la página http://www.elmarino.cl para lograr su gran objetivo: tener una de las camisetas con la que el equipo hispano disputó la final de la Copa Libertadores’75. No sólo la consiguió sino que, en el camino, amplió el universo de búsqueda a otros clubes.

“Hoy tengo 1.200 camisetas”, dice. “Las primeras me las conseguía a través de ex árbitros y jugadores. Como nadie valoraba mucho este tema, me vendían lotes de 40 a50 a un precio muy barato. El resto llegó gracias a contactos generados gracias a mi página”. Así Marino fue acumulando una colección envidiable que va desde ejemplares históricos de Elías Figueroa y José Luis Chilavert hasta equipos de nombre impronunciable de Rusia o Hong Kong. Todas de utilería y cuidadosamente guardadas en pequeños containers de plástico, para evitar que se apolillen.    

A la hora de detectar si un modelo es auténtico o no, un coleccionista avezado conoce todas las mañas: detalles tan ínfimos como el tipo de etiqueta o el bordado de los números marcan la diferencia. Y cada uno responde a su obsesión particular. Como Konrad Cornejo, un fanático de la Universidad de Chile que acumula cerca de 250 poleras del Romántico Viajero. Incluida una camiseta número 10 que Marcelo Salas vistió en las juveniles del equipo azul cuando todavía no era el “Matador”, sino un prometedor mediocampista. “La camiseta es la historia viva de tu equipo en un trapo”, dice Cornejo. “Por eso cada una tiene valor, independiente de la campaña que haya tenido el club”.

Si hace diez años los coleccionistas en Santiago apenas alcanzaban la decena, hoy es un hobbie masificado y cada vez más accesible. En la comuna de Providencia varias tiendas actualizan su stock con modelos cada vez más originales y rebuscados.  “En Chile aumentaron los coleccionistas y el mercado cambió mucho”, dice Alfredo Valdés, dueño del local “Fútbol Retro” del Portal Lyon, el primero que golpeó al rubro al vender rarezas de equipos menos populares como Palestino o Magallanes y fabricar réplicas de modelos vintage. “Todos los que compran la del ‘Cóndor’ Rojas en Colo Colo’86 son compadres que  tenían 15 o 16 años en esa época y vivieron el momento”. Una mirada que José Marino comparte: “La tendencia va a aumentar porque las camisetas apelan a la memoria emotiva de cada uno”.