En esta entrevista exclusiva, Jesse Paris Smith habla de cómo fue crecer bajo la influencia de la “madrina del punk”, Patti Smith, y del disco donde recrean los poemas de la críptica Nico. Guillermo Tupper.
(Artículo publicado en el Cuerpo Vidactual de El Mercurio. Septiembre del 2016)
Hace algunos años, Stephan Crasneanscki —líder y fundador de Soundwalk Collective, un trío especializado en instalaciones sonoras y performances— se encontró con la legendaria cantante y poeta Patti Smith en un avión con destino a Nueva York. Ambos empezaron a conversar acerca de intereses en común, como libros, música y viajes. Y Crasneanscki le contó acerca del proyecto que lo tenía ocupado por esos días: un montaje inspirado en la muerte de Christa Päffgen, más conocida como Nico, la cantante alemana y ex colaboradora de The Velvet Underground, quien falleció en julio de 1988, en Ibiza, tras sufrir un ataque cardíaco mientras iba en su bicicleta.
Originalmente concebida para ser una experiencia audiovisual en vivo, Crasneanscki todavía no había encontrado una persona que leyera los poemas de Nico. Y fue en ese mismo avión donde la cantante de “Horses” aceptó asumir ese rol. Para dar vida al proyecto, Smith invitó a Jesse Paris Smith, su hija, una compositora, multiinstrumentista y activista medioambiental que agregó los elementos acústicos a los sonidos electrónicos y las grabaciones de campo que aportaba el colectivo. “El 2014 tocamos en Nueva York, Londres, Berlín y Abu Dabi”, cuenta Jesse a “El Mercurio”. “Y esa era toda la intención del proyecto. Después dijimos ‘oh, deberíamos tener estas estupendas grabaciones. ¿Por qué no sacamos un álbum?’”.
El resultado fue “Killer road”, un disco lanzado a inicios de este mes por el sello Sacred Bones, y definido como una exploración inmersiva a las horas finales de la musa alemana. Aquí Patti Smith reinterpreta ocho letras de Nico —extraídas, en su mayoría, de álbumes clásicos como “The marble index” (1968) y “Drama of exile” (81)— y un poema inédito —la pieza que le da el título al álbum— entre capas electrónicas, samplers de su armonio y el sonido de las olas y los grillos de Ibiza. Según Crasneanscki, estos últimos ruidos fueron los que Nico probablemente escuchó mientras yacía a un costado del camino, antes de ser encontrada por un conductor y llevada a un hospital, donde murió horas más tarde. “Soundwalk Collective tiene una de sus bases en Ibiza y ese lugar evoca ese tiempo específico de la vida de ella”, agrega Jesse.
—¿Ve una conexión especial entre su madre y Nico? Ambas querían difundir su poesía antes de convertirse en cantantes.
“Yo no sabía nada de Nico antes de este proyecto y no he hablado con mi mamá acerca de esto. Alguien me dijo lo mismo hace tres días y fue como ‘wow. Es verdad’ (risas). Sé que ellas tuvieron varios encuentros y que a mi madre le gustaban mucho sus discos. Sé también que mi madre rescató el armonio de Nico de una casa de empeño. Nico estaba muy triste de que su instrumento estuviese en ese lugar y mi madre fue, lo sacó y se lo devolvió (nota de la redacción: este encuentro ocurrió en 1978, y el armonio había sido robado). Es probable que eso haya consolidado una relación positiva entre ellas”.
La chica del piano
A pesar de ser la hija de la gran matriarca del rock n’ roll y del héroe de la guitarra Fred “Sonic” Smith —integrante de la banda proto-punk MC5—, Jesse Paris recuerda su infancia en Michigan como “bastante normal”. Por aquel entonces, su madre estaba semi-retirada de los escenarios y llevaban una rutina plácida que se dividía entre las tareas hogareñas y el contacto con la naturaleza. “Mi vida consistía en ir al colegio y jugar en el patio”, relata. “Mi madre cocinaba, lavaba ropa, leía libros y jugaba conmigo y con mi hermano (Jackson)”.
En 1994, Fred “Sonic” murió de un infarto al corazón. Fue el inicio de un período lleno de cambios para la familia: Patti decidió retornar a Nueva York y Jesse se dio cuenta, por primera vez, de que sus padres no se ajustaban al canon convencional. “Mi madre volvió a trabajar y empezó a hacer giras y conciertos. Entendí bastante rápido que algo era diferente”, dice. “Mudarse de un pequeño poblado de Michigan a una ciudad gigante ya era suficientemente impactante. Era un montón de información nueva que entraba al mismo tiempo. Pero yo estaba bastante tranquila. Trataba de resolver las cosas por mí misma”.
A pesar del linaje de su familia, Jesse encontró su veta musical por sus propios medios. El clic ocurrió en octavo básico, cuando su profesora de Música tocó “Maple leaf rag” del compositor y pianista afroamericano Scott Joplin. “Después de clases, fui a decirle ‘¿puedes tocar esa canción de nuevo?’. Solo quería escucharla una y otra vez”, relata. “Ella llamó a mi madre y le dijo: ‘Jesse está obsesionada con esta canción, debería tener lecciones de piano’. Mi mamá me preguntó si quería tomar clases y yo le dije ‘ok’ (risas)”.
—¿Escuchaba “Horses” o discos de MC5 cuando era niña?
“Yo no quería dedicarme a la música cuando pequeña, por lo que no estaba muy preocupada de ello. Quería ser una científica del clima o una abogada medioambiental (risas). Me gustaba la música y empecé a tocar piano cuando tenía 14 años, pero solo porque lo disfrutaba, no porque quería hacerlo profesionalmente. Pero mi mamá se puso a grabar discos desde el momento en que cumplí nueve años, por lo que escuchaba su música todo el tiempo. El disco ‘Dream of life’ (1988) era mi favorito, porque lo escribieron mis dos padres juntos. Y me gusta escuchar la música de mi padre, solo porque él ya no está más aquí y es una buena forma de conectarme con él».
—¿Qué fue lo más difícil de ser “la hija de”?
“Cuando era más joven, decía: ‘ok, debo ser tan conocida como mi mamá, porque no quiero que nadie se olvide de mí’. Sentía que debía llegar a ese nivel y, probablemente, me puse una presión innecesaria. Pero ya no me siento más de esa forma. Es mucho más importante ser honesto con lo que tú eres».
Música para el planeta
Cuando postuló a la universidad, Jesse escribió un ensayo en el que expresó sus dificultades para elegir entre sus dos grandes pasiones: la música y el activismo medioambiental. Y, al poco tiempo, recibió una carta de aceptación de la institución con el mensaje: “puedes encontrar la forma de combinar ambos”. A partir de ese momento, forjó un camino propio donde trata de conectar sus intereses disímiles. Un ejemplo es “Pathway to Paris”, la organización sin fines de lucro que co-fundó el 2014 para generar conciencia sobre el cambio climático a través del arte y la música. Con motivo de la última Conferencia sobre Cambio Climático en París, la entidad montó un festival que congregó a figuras como Thom Yorke, Flea y, por supuesto, Patti Smith.
En paralelo, Jesse ha llevado su música a través de múltiples formatos y sus composiciones han sido comisionadas para instalaciones de arte, libros de audio y proyecciones de películas. De vez en cuando, se presenta en vivo con su madre (su debut fue a los 16 años, cuando tocó piano en el álbum “Trampin’”) y, además, mantiene un profundo lazo con la cultura tibetana. “He forjado amistad y también colaborado con muchos músicos, escritores y activistas del Tíbet”, dice. “El lado político de la situación es que toda esta raza de personas no está en su hogar y vive dispersa a lo largo del mundo. La gente se olvida de que esto está pasando”.
—¿De qué forma su madre la inspiró como músico y mujer?
“Ella es una apasionada por la escritura, la poesía, la música, la fotografía y hace todas las cosas que le gustan. Tiene una idea y sigue adelante con ella, ya sea escribir un libro, irse de gira con su banda o tocar con personas completamente diferentes. Creo que, en ese sentido, soy similar a ella. A veces me siento mal y pienso ‘oh, desearía tener un solo arte u oficio y ser una maestra en aquello’. Pero después me siento mejor al saber que está bien hacer un puñado de cosas distintas y conectarlas entre sí. Ella es un muy buen ejemplo de eso”.
La conexión con Bolaño
Patti Smith tiene un vínculo con Chile: es una fervorosa seguidora del escritor Roberto Bolaño y ha dedicado más de un concierto a su memoria. “Mi madre lo adora. Donde sea que mire, están sus libros, porque ella tiene como diez copias de cada uno”, dice Jesse. “Yo todavía no los he leído, pero me gustaría hacerlo, porque significan mucho para ella”.